Tras soportar hartas críticas, Hacienda ha comenzado a reivindicarse. Bajas tasas de crecimiento del gasto, alta recaudación tributaria y una audaz política de financiamiento, dicen alguito a su favor.
En el primer semestre, los ingresos se incrementaron un 10,4% frente al mismo periodo del 2015; los gastos solo subieron un 3%; el déficit financiero cayó de un 2,8% del PIB al 2,2% del PIB y es muy probable que este año cierre por debajo del 6,2% del PIB, originalmente presupuestado. Bien podríamos decir que la situación fiscal ha mejorado.
Hacienda ha hecho un buen esfuerzo, pero la mención honorífica se la lleva, sin duda, la Tesorería Nacional, por su osado manejo de la deuda pública y eficaz financiamiento. Desafió todas las apuestas de gurús financieros, pronósticos de flamantes firmas consultoras y asociaciones bancarias, y evitó el vaticinado incremento en las tasas de interés; más bien, les ha dado empujoncitos a la baja. Le ayudaron, desde luego, la laxa política monetaria interna y la favorable coyuntura externa, pero eso no le resta mérito a la buena ingeniería financiera. Si me pidieran resumirla en una frase, diría que la Tesorería se salió con la suya. Una audaz y verdadera picardía.
Su estrategia la puedo resumir así: se le acabaron los eurobonos, pero logró captar exitosamente en dólares a plazos fijos y en los niveles medios de la curva; la acosaban los vencimientos de onerosos títulos colocados por gobiernos anteriores, pero los supo canjear por otros a plazos mayores y mejores tasas de interés (bajó la presión para el 2016 y el 2017); le irritaban las comisiones bursátiles por sus colocaciones, entonces ideó los Tesoro Directo y les dio la espalda; la acusaban de baja coordinación institucional y pobre poder de persuasión, pero convenció a las instituciones de recibir títulos en términos y condiciones favorables; la tildaban de no saber leer el mercado, y los madrugó a todos captando copiosamente al iniciar nomás este semestre (se sirvió pa’ todo el año).
En el 2015, yo abogué por reducir las tasas nominales de interés, pues las tasas reales habían subido al caer la inflación y golpeaban a los deudores. La reacción de ciertas personas y entidades reticentes a la reducción no se hizo esperar. Adujeron que el alto déficit fiscal y ausencia de eurobonos presionarían las tasas al alza. Pues bien, se quedaron cortos. Ninguno previó las picardías de la Tesorería. Y aunque no resolvió el problema fiscal de fondo (no es sus función), les impartió una clasezota de marketing financiero.