Perspectivas: Impunidad empoderada

Algo tienen en común las falencias en instituciones como el PANI que no pueden resultar en despido.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ineficiencia impune, descuido inexcusable y desatino son regla en el Estado. Sobrarán quienes adviertan que las falencias radican en estructuras, jerarquía, estrategia y fondos. De acuerdo. Los trastornos de la función pública tienen génesis complejas y entretejidas. Lo admito. Pero con qué facilidad se evita así el abordaje directo y crudo del factor humano.

Esta vez, despropósitos multicausales cobraron una víctima. Una niña de cuatro años, en riesgo familiar advertido al PANI, fue asesinada. La Caja había atendido a la menor, pero ese filtro no detectó su gravedad. Por eso mismo, la comprensión de su muerte no se agota en las estructuras. Por mucho que queramos obviarlo, es ineludible advertir también en ese crimen un caso extremo de falencia humana. Por una vez, entonces, no hablemos de marañas financieras, estructurales o gerenciales.

Estas situaciones se repiten a lo largo y ancho del aparato estatal. En otros contextos, la deficiencia humana no termina en tragedia. Pero es endémica la contratación, en propiedad, de la ineptitud en la Administración Pública. En todos los rincones del Servicio Civil, este demonio se llama legión. Desde lo simple hasta lo complejo, está en todos los capítulos de la vida nacional.

Lo encontramos en los deplorables resultados de las pruebas PISA, con docentes inapropiados. Está documentado en el escándalo de donación de órganos desperdiciados en la Caja. Lo descubrimos en la incapacidad de Fonatel para conectar comunidades vulnerables. Y aquí no se puede alegar falta de fondos. Y se repite en la inversión social, agotada en planillas dispersas de funcionarios sin cuentas que rendir.

Algo tienen en común esas falencias y es que no pueden resultar en despido. En el sector privado, falla conduce a quiebra o desempleo. En la Administración Pública, siempre a inmunidad impermeable a la rendición de cuentas. Es demasiado fácil explicar lo imperdonable con estadísticas estructurales, sin advertir el problema de la pobre calidad que resulta cuando el recurso humano está empoderado de impunidad. La deficiencia sin consecuencias desestimula la eficacia. El Estado no puede dar por sentada la calidad de un título. El Servicio Civil clama cuidados intensivos.

vgovaere@gmail.com

La autora es catedrática de la UNED.