Dentro de poco, EE. UU. y sus aliados pondrán fin a la invasión de Afganistán iniciada en el 2001 como reacción a los atentados de setiembre de ese año, incluido el de las Torres Gemelas.
La coalición invasora derrotó a los talibanes, acabó con el Emirato Islámico, creó la actual República Islámica e instaló un gobierno prooccidental, pero los futuros historiadores verán la humillante retirada como un canto a la futilidad, sobre todo si, como es lo más probable, una vez desaparecido el ocupante occidental los talibanes vuelven a controlar el país y restablecen el califato islámico o algo que se le asemeje.
Si ponemos sobre el tapete lugares, fechas y personajes, tendremos ante nosotros un fácil rompecabezas. Tomemos, por ejemplo, las andanzas de X, italiano de nacimiento, quien entre otras cosas fue oficial de marina de EE. UU., diplomático estadounidense durante seis años y, en la OTAN, jefe de gabinete de dos secretarios generales y director de asuntos políticos. En fin, nada que lo caracterizara como un promotor de la paz.
El 12 de febrero de 1998 —ojo a la fecha— X, esta vez en calidad de vicepresidente de Relaciones Internacionales de Unocal Corporation, compañía petrolera de California —adquirida en el 2005 por Chevron—, se presentó en Washington ante un subcomité del Comité de Relaciones Internacionales del Congreso y ofreció un testimonio que, leído con lupa, no pasaba de ser —¡43 meses antes de que ocurriera el atentado de las Torres Gemelas!— la justificación, y casi una hoja de ruta, de la invasión a Afganistán.
En su exposición, X dibujó la conveniencia de que EE. UU. ocupara aquel país para controlar desde ahí el tránsito de los inmensos recursos petroleros de los países de Asia Central que habían dejado de formar parte de la Unión Soviética. Tal clarividencia, podría sospecharse, anunciaba el atentado que precipitaría la invasión.
Una coincidencia adicional: el primer presidente de «Afganistán liberado» resultó ser Hamid Karzái, exempleado de Unocal, mientras que su hermano Ahmed Wali Karzái esperaba sucederle en el poder, pero fue asesinado, en julio del 2011, por uno de sus guardaespaldas.
Coincidencia final que quizá nos concierne: X era John J. Maresca, el guerrerista que fue, entre el 2007 y el 2013, aquí en Costa Rica, el rector de la Universidad para la Paz.
El autor es químico.