Página quince: Vamos a vacunarnos todos

La vacunación es el éxito más extraordinario en vidas salvadas y disminución de discapacidad y deformidad

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente que en 1980 la viruela había sido eliminada del mundo. Si pusiera en fila a todos los seres humanos cuyas vidas se salvaron desde entonces, gracias a este logro de la medicina y la salud pública, y me tomo un minuto para saludar a cada uno, tendría un gran problema: me tomaría 144 años darles la mano y me vería obligado a delegar la tarea a mis hijos, nietos y bisnietos.

La vacunación es el éxito más extraordinario en vidas salvadas, disminución de discapacidad y, en lo que respecta a la viruela, deformidad. El aporte a la humanidad, a nuestra calidad de vida y a la economía mundial no es exagerar, porque es monumental.

Tras la aprobación de la vacuna o vacunas para prevenir el contagio del virus SARS-CoV-2, causante de la covid-19, se produce un giro enorme en la mente de la población con respecto a la pandemia: existe una luz al final de este largo túnel de incertidumbre y debemos estar listos para vacunarnos cuando llegue nuestro turno.

La historia de la vacunación es paradójica; casi desde el inicio surgieron grupos opuestos, que dudan de su eficacia, las consideran riesgosas y, en algunos casos, llevan a cabo un activismo hostil hacia las políticas de vacunación de las autoridades sanitarias y los médicos.

En épocas recientes, estos grupos atacan la vacunación en los niños porque, según su perspectiva, puede producir efectos graves, como el autismo, síndromes neurológicos y trastornos digestivos.

En las páginas de este diario, hace más de diez años, debatimos sobre ello, pero el asunto está lejos de haberse disipado. Más aún, pareciera que, en esta pandemia, esos movimientos se han activado o, por lo menos, le han subido el volumen a su megáfono en las redes sociales. Las razones e ideas del activismo contra las vacunas son variadas. Repasaré brevemente algunas:

1. La vacunación es una imposición excesiva del poder del Estado sobre los individuos; es violar la integridad del cuerpo y la voluntad de las personas.

Este argumento ignora la naturaleza solidaria de la vacunación; no solamente me protege, sino también a los miembros de mi comunidad. Las sociedades democráticas hacen un balance entre los derechos individuales y los de los demás; por eso, usamos cinturón de seguridad, prohibimos fumar tabaco en lugares públicos y el casco es obligatorio para los motociclistas.

2. Existe una percepción distorsionada de los riesgos inherentes a la vacunación, pese a que es una de las intervenciones médicas más seguras y con efectos adversos benignos frecuentes (p. ej. fiebre, entre un 3-20 % con la vacuna DPT) y efectos adversos graves, sumamente infrecuentes (convulsiones, 0,5 por cada 100.000 dosis con esta misma vacuna).

Por el contrario, antes del uso de la DPT, de 100 niños que contraían tosferina antes de los 6 meses de edad, morían 12. Paradójicamente, el éxito de la vacunación en parte hace posible que las personas prestan atención excesiva a los efectos secundarios o riesgos, es decir, ya no ven ni a los enfermos ni a los muertos. En las mentes de las personas es como si estas enfermedades hubieran desaparecido solas y, por tanto, no ven la urgencia de vacunarse.

3. Las teorías conspirativas se propagan como el fuego en nuestros días, alimentado por el viento de las redes sociales; un buen ejemplo es la «teoría» de que las vacunas producen autismo y, muy sucintamente, resumo los hechos alrededor de esta ficción: en 1998, el pediatra británico Andrew Wakefield publicó un artículo en la revista The Lancet, en el cual sugería esta relación; Wakefield planeó una rápida difusión, por medio de conferencias de prensa, de su «hallazgo» y, muy pronto, el público se mostró interesado.

Wakefield tuvo la ayuda de celebridades de diverso tipo, como la modelo de Playboy y actriz Jenny McCarthy, quien apareció en el show de Oprah Winfrey y afirmó que su hijo desarrolló características autistas después de que lo vacunaron contra sarampión, paperas y rubeola.

La verdad es que Andrew Wakefield fue contratado por el abogado Richard Barr para que escribiera un artículo donde demostrara esta relación con el fin de demandar a las compañías farmacéuticas por sumas estratosféricas. Se demostró que recibió, por debajo de la mesa, alrededor de un millón de dólares.

Cuando todo se descubrió —gracias a la investigación del periodista Brian Deer—, The Lancet se retractó, a Wakefield se le retiró la licencia para ejercer la medicina y se fue a Estados Unidos, en donde sigue intentando hacer dinero con esta conspiración fraudulenta; no obstante, el daño está hecho y la falsedad aún se propaga.

4. Novedad de la tecnología usada en las vacunas contra la covid-19 las hace peligrosas. Las dos vacunas que se aprobarán primero, la de Pfeizer y la de Moderna, utilizan una técnica novedosa (ARN mensajero modificado). Es una estrategia con un potencial de aplicación más allá de las vacunas. Sin embargo, algunas voces, incluso profesionales de la salud, han expresado desconfianza en esta innovación.

Este artículo no es lugar para explicar esta técnica ni por qué es tan segura como cualquier otra utilizada en el pasado en otras vacunas. Basta con citar las palabras del periodista británico Douglas Murray: «La tecnología con que nacemos nos parece natural, la que se desarrolla antes de que cumplimos 35 años nos parece interesante y la que aparece después de nuestros 35 años nos parece sospechosa».

5. El problema de equivalencia falsa. Es una falacia lógica en la que se comparan u oponen dos puntos de vista como si fueran semejantes, dadas algunas de sus características; en el debate sobre los riesgos de la vacunación, quienes se oponen activamente a menudo citan como fuentes de autoridad a médicos sin las credenciales apropiadas o, incluso, con dudosas credenciales. Peor aún, recurren a la imagen de celebridades como argumento legitimador.

Entonces, se presentan, como si tuvieran igual mérito, la opinión de un Anthony Fauci contra la de un Scott Atlas, médico secuaz de Donald Trump, o se sustentan en las posiciones de Jenny McCarthy o Tom Cruise.

6. La oposición a las vacunas no refleja falta de información. Muchas personas que dudan si vacunar a sus hijos consumen mucha información, pero en los sitios equivocados. No es carencia de información, es mala información.

Las personas que dudan si vacunar a sus hijos son madres amorosas o padres amorosos que quieren la seguridad y el bienestar de sus niños. El problema radica en que los medios sociales y las teorías conspirativas hacen muy fácil crear ansiedad en estas personas y que tengan fácil alcance a mala información.

Nunca debemos pensar que una mujer o un hombre que no vacuna a sus hijos es porque los descuida; se trata de personas confundidas.

Acto de responsabilidad. Esperaré ansioso mi turno para ser vacunado; lo voy a hacer porque estoy convencido de que es un acto de responsabilidad hacia mi gente y hacia mí mismo; lo haré porque, escéptico por temperamento y formación, creo en la ciencia, con sus maravillosos aciertos e inevitables errores.

Me vacunaré como aporte a los trabajadores de la Salud, a los trabajadores esenciales y otros que reciben el impacto brutal de la pandemia, lo voy a hacer porque tenemos que debilitar, con nuestros actos, las tendencias ideológicas irracionales que alimentan teorías conspirativas y la negación de la ciencia y de las medidas de salud pública que, en gran medida, nos permiten disfrutar la calidad de vida que tenemos en nuestros días.

psique@me.com

El autor es psiquiatra.

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