Página quince: Simbiosis de teoría y práctica

Una depende de la otra: la teoría es abstracción y la práctica ayuda a reforzar y a reafirmar la primera.

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En un editorial reciente de este medio, se hizo mención al refrán “no hay mejor práctica que una buena teoría”, con el cual concuerdo.

La teoría es una abstracción y simplificación de los fenómenos objeto de análisis que, si está bien elaborada, ayuda a entenderlos mejor y a anticipar hacia donde se mueven unas variables cuando se modifican otras.

Sin buenas teorías, no se sabría por qué un avión vuela, ni cómo hacer que una locomotora se mueva con la fuerza del vapor. Tampoco cómo tratar enfermedades.

En mis años de profesor universitario, siempre favorecí el instrumental teórico sobre la práctica, pues quienes saben postular (“modelar”) bien los problemas o retos tienen más facilidad para encontrarles soluciones.

Aprender a escribir a máquina, o taquigrafía, o utilizar un polígrafo, sería muy valioso para salir a buscar trabajo mañana. Pero eso, en pocos días, se aprende sin problema en el cargo. En cambio, el cálculo infinitesimal y el graficar funciones no solía aprenderse en los trabajos típicos.

Reafirmar teorías. Un graduado universitario con grado de licenciatura era, en cierto sentido, un producto no acabado. Debía terminar de refinarse en el mundo real, y lo hacía mejor, y más rápido, conforme más amplio y riguroso fuera su conocimiento teórico.

Pero, como señaló el editorial en cuestión, la práctica ayuda a reforzar y a reafirmar las teorías. Si una teoría no tiene capacidad predictiva, lo procedente es cambiarla por otra que sí la tenga. Y, así, rechazando teorías fallidas y adoptando las que expliquen mejor los fenómenos de nuestro interés es como avanza la ciencia.

Los cambios son a veces violentos, paradigmáticos, como cuando se postuló que la Tierra no era el centro del sistema solar, sino el Sol. Un amigo, un poco terco, pero muy inteligente, no acepta que la Tierra no sea el centro, pues todo punto en el universo puede ser considerado central.

El problema radica en que, con base en ese supuesto, se torna un tanto difícil explicar los movimientos de los astros. Y aquí procede agregar otra consideración relevante: las teorías, para que sean útiles, deben ser lo más simples posibles.

Nuevos modelos. A pesar de que me inclino por el conocimiento teórico, veo con preocupación cómo muchos colegas economistas han hecho un fin en sí mismo el plantear “modelos” y teorías económicas alambicadas, sin importarles si tienen alguna contrapartida real.

En el mundo actual, cada día más empresas necesitan contar con recurso humano capaz de complementarse adecuadamente a las computadoras y robots, y, para ello, los trabajadores deben poseer conocimientos teóricos y aplicados.

La educación dual, bien administrada, refuerza los conocimientos teóricos que los estudiantes adquieren en las aulas. Las prácticas en empresas constituyen una muy buena forma de combatir el desempleo y la pobreza, que entre los jóvenes de 18 a 25 años son muy altos en nuestro país.

Costa Rica ya dio los primeros pasos para adoptar un esquema de educación dual. Conviene asegurar que la puesta en ejecución, sus logros y limitaciones sean objeto de cuidadosa evaluación para, como señaló el editorialista, corregir a tiempo lo que proceda.

Lección. Muchos todavía consideran que lo que realmente cuenta de la educación es la teoría. Un título universitario suele ser visto con mejores ojos que uno obtenido en una escuela tecnológica. Para ellos, la siguiente historia.

Cuentan que un día, un grupo de profesores universitarios hicieron un viaje en bote por un ancho y caudaloso río. El filósofo le preguntó al botero si había estudiado algo de filosofía. Este le respondió que no, a lo cual su interlocutor respondió: “Qué lástima, no llegó a conocer lo dicho por Platón ni Sócrates. Usted ha perdido parte de su vida; calculo que un 20 %”.

Luego, el doctor en literatura le preguntó si sabía lo que es la sinécdoque, la metonimia, la hipérbole y la metáfora. “No”, contestó el botero. “Yo creo que ha perdido por lo menos un 15 % de su vida, pues poca ventaja le puede sacar a la lectura”, manifestó el literato.

El físico-matemático fue más allá porque el no saber sacar unas derivadas ni conocer lo hecho por Isaac Newton para él equivalía a perder casi la mitad de la vida.

En eso, por una extraña razón, el casco del bote pegó contra una piedra y comenzó a hacer agua. El botero preguntó: “¿Saben ustedes nadar?”. “No”, “no” y “no”, fueron las respuestas. “¡Qué lástima, van a perder el cien por ciento de sus vidas!”.

tvargasm@yahoo.com

El autor es economista.