Página quince: Salvar a la gente del contagio y de la pobreza

Los panelistas del foro 'La salud económica de Costa Rica', organizado por 'La Nación', nos dieron un mensaje muy coherente y apremiante: hay que evitar que la pobreza crezca.

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Fue muy interesante el foro “La salud económica de Costa Rica” (11/6/2020), organizado por La Nación, porque los participantes no solo nos han dado una imagen de los grandes desafíos que necesitamos afrontar como país, sino porque desde mi óptica hubo un mensaje muy coherente y apremiante: hay que evitar que la pobreza crezca.

Los números no mienten, como dice el adagio popular. Pero, en esta expresión tan repetida en el foro, no hay números, sino convicción y palabras que reclaman acciones. Para nada soy experto en materia económica, pero hay signos claros de una preocupación nacional.

Vivimos en tiempos de crisis global, sin duda. La gente está desesperada, no solo por no poder salir de sus casas, sino porque tratan de encontrar una esperanza hacia el futuro. Muchos pueden pasar a una situación de pobreza con una facilidad enorme y urge una respuesta unificada y coherente de todos para que eso no suceda. No hay nada más peligroso que las situaciones de crisis global porque de ella han nacido las peores ideologías violentas y destructivas.

La famosa frase de Jesús “a Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar” no es como muchos creen: una división entre el poder político y el religioso. Es una denuncia de dos extremos terribles, pero que se asemejan, tal como lo demuestra el contexto narrativo en que se encuentra: creer que lo religioso debe considerarse el poder supremo o pensar que el poder político es divino.

Recordemos el episodio brevemente. Jesús es interpelado para resolver un problema legal, la licitud de pagar tributos al césar. Lo presentan sus adversarios religiosos para acusarlo delante del pueblo que sufría la carga tributaria o para legitimar su condena delante de los romanos como subversivos.

La trampa parecía perfecta de no ser por un detalle: cuando Jesús pide que le enseñen un denario (moneda romana), pregunta sobre la efigie y la inscripción que eran del césar. Es decir, imágenes de ídolos porque las monedas aseguraban la divinidad del césar.

Jesús lo que pide es definir quién es Dios. No resuelve la cuestión sobre la validez de la cuestión inicial, se dirige a la conciencia de sus adversarios para exigirles coherencia con la fe que insisten en defender.

Evitar la pobreza. ¿Quién está contra quién? Es la pregunta implícita en las acciones de Jesús. Y esa es una pregunta que nos atañe como pueblo. Me llamó mucho la atención que en el foro se insistiera en tres cosas: 1) un mayor diálogo entre expertos en diversas materias (especialmente entre los de los sectores salud y economía para resolver problemas estructurales apremiantes); 2) en la definición de prioridades económicas que tendrían que ver con un acceso a la educación por medios virtuales más igualitario para la población; 3) que se evitara recargar a la población de un alza tributaria que terminara por acrecentar las brechas sociales; y 4) la necesidad de una mayor solidaridad entre todas las fuerzas sociales.

El primer punto parece ser muy sensato: la gente necesita comer y seguridades sanitarias adecuadas para vivir con dignidad. Es cierto que los criterios encontrados aparecerán en la definición de las medidas por asumir y ejecutar.

Las visiones acerca del mundo y sus dinamismos son disímiles en cuanto a infinidad de factores, pero hay una meta: promover la vida de todos, para salvarse del contagio y de la pobreza. Esto es lo único que ayudará al discernimiento responsable y a la toma de decisiones.

El segundo punto me parece la cosa más interesante porque mira al futuro más que al presente. Es un riesgo perder la oportunidad de educar. En este punto, hemos quedado carentes por mucho tiempo, la interconexión virtual, que ahora aparece como apremiante, no es una bagatela; es de verdad una necesidad prioritaria, si no perderemos una gran cantidad de estudiantes.

Pero yo me atrevería a agregar que no es suficiente. Nuevas estrategias hacia la reestructuración educativa se hacen más que evidentes. Es algo que el Informe estado de la educación ha señalado hasta la saciedad. Y no solo eso, realizar este proyecto implicaría un avance significativo en la oferta de oportunidades laborales en el mundo en que vivimos.

El tercer punto es el más problemático, lo cierto es que la gente se siente asfixiada por el alto costo de la vida. Es tiempo de romper con círculos viciosos económicos, que han sido perniciosos, pero sin destruir a la gente. Y aquí está el reto para todos nosotros porque, para evitar la carga tributaria excesiva, hay que hacer renuncias a favor de los otros, de parte de empresas, de particulares, de sindicatos, de asociaciones, de gremios engreídos y del ansia de la autoprotección.

Solucionar la crisis significa ser solidario en equiparación de condiciones (quien puede más debe dar más, pero quien puede dar menos debería ofrecer lo que puede, como la viuda en el templo de Jerusalén).

El cuarto punto nos remite necesariamente a la denuncia de Jesús. Para algunos, Dios y el césar deberían estar en armonía: se ayudan mutuamente y se defienden. Para otros, Dios y el césar deberían ser enemigos enconados y desgarrarse hasta que uno venza. Para otros, Dios y el césar no tienen nada que ver el uno con el otro. Y para otros, Dios podría sacar ventaja del césar o viceversa. Para Jesús, todas estas posturas son errores garrafales y por una razón: alguien lo quiere aniquilar, humillar o destruir, solo por el hecho de llamar a todos a vivir una solidaridad mayor.

Coherencia. Es fácil equivocarse en los términos en que Jesús establece su denuncia porque nos encontramos con un lenguaje de dos mil años de antigüedad, pero acercándonos a su sentido original, nos damos cuenta de su coherencia. Es fácil definir lo divino, según nuestra conveniencia, aseverando doctrinas que lo único que ocultan es el ansia de poder o la avaricia. Nada más equivocado para nuestro tiempo.

Una crisis es un momento de discernimiento profundo y agudo. Es tiempo para que todos veamos al otro, no solo nuestra sobrevivencia. La riqueza sirve para desarrollar la humanidad, no para hacerla dividirse en privilegios, brechas sociales, pobreza o riqueza, ignorancia o sabiduría. Jesús nos propone una forma distinta de ver la vida, porque la verdadera alegría se encuentra en el dar, no en el recibir (Hechos 20:35) porque dando hay promoción del otro y crecemos como personas.

El punto álgido es cómo lograremos ese plus de vitalidad que nos hará superar las dificultades. Por eso, no hay que defender a ultranza ideologías, hay que poner los problemas en el tapete de la discusión racional y humanista. No hay que defender situaciones instituidas como si ellas fueran Dios, ni hay que arrogarse el derecho a llamarse un “dios” como lo hizo el césar o sus representantes absolutos como lo pretendían los adversarios de Jesús.

En una crisis global hay que tener un sentido diferente de la vida. A eso se refería Jesús, porque el problema de los tributos que le fue propuesto no era esencial, fallaba en sus principios más básicos: ¿Qué valor tiene la vida humana? Esa es la pregunta fundamental para cada uno de nosotros.

Si, como los adversarios de Jesús solo pensamos en defender hipócritamente nuestras posiciones de poder político o religioso, eso significa que la vida de los demás es insignificante y relativa. En cambio, si potenciamos el acercamiento, la opinión libre y pensada, la discusión sin prejuicios; si defendemos la objetividad, si dejamos de lado nuestras fútiles razones egoístas y nos concentramos en resolver los problemas solevados —incluso por nuestros antagonistas— con buena voluntad, nuestra vida como comunidad, como nación sería distinta.

frayvictor@me.com

El autor es franciscano conventual.