Pasará, no hay duda de que pasará. Por terribles que hayan sido las crisis que ha vivido la humanidad, algún día llegan a su final.
Igual sucederá con esta. Cuando haya concluido, muchos recordarán con profundo dolor la pérdida de un ser querido, víctima de la covid-19.
Otros tendrán presente durante mucho tiempo lo angustioso que fue sufrir la enfermedad y el tratamiento para curarla. Muchas personas recordarán las terribles angustias que padecieron al disminuirse radicalmente sus ingresos, hasta el punto de no poder comprar sus alimentos.
Todos tendremos presente el esfuerzo de miles de funcionarios que con una responsabilidad rayana en el heroísmo velaron por nosotros durante la pandemia.
También nos reiremos al recordar cosas raras que muchos hicimos, en algunos casos por ignorancia y, en otros, por falta de un consejo adecuado.
Cuando conozcamos la realidad, quizás nos parezca ridículo haber asoleado nuestros zapatos o enseres para, supuestamente, matar el virus o, quizás, lamentemos no haberlo hecho con más frecuencia.
Las medicinas caseras que nos recomendaron otras gentes, incluso el presidente de un gran país, nos parecerán ridículas y habrá quienes lamenten haberlas tomado.
Todos sufriremos el proceso de reconstrucción de la economía, el cual será lento y difícil, y recordaremos las cosas feas que vivimos.
Quizás entonces olvidemos las ventajas que tuvo la reclusión, la cual nos permitió pasar más tiempo con los familiares con los que convivimos, hacer las cosas para las que nunca tuvimos tiempo y, especialmente, meditar sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que aspiramos a ser.
Exvicepresidente de la República.