Página quince: Merkel menos Angela

La sorprendente victoria de Armin Laschet lo convierte en el favorito para el cargo de canciller alemán

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

HAMBURGO– La elección de un líder partidario europeo —uno de las cerca de 200 organizaciones de este tipo de la Unión Europea— normalmente no es noticia. Pero sí que lo es cuando el partido es la mayor fuerza política del país más grande y rico del continente.

Durante el fin de semana, la Unión Democristiana (CDU) de Alemania nombró presidente al modesto y amistoso Armin Laschet, primer ministro de Renania del Norte-Westfalia.

Laschet no es precisamente una estrella mundial. Pero recuerden el nombre. Estadísticamente, un democristiano tiene grandes posibilidades para desempeñar el papel de canciller.

Cinco de los ocho cancilleres de posguerra alemanes pertenecían a la CDU, desde Konrad Adenauer hasta la actual Angela Merkel.

Y el partido encabeza las encuestas nacionales por un gran margen, por lo que puede decirse con razonable seguridad que el sucesor de Merkel vendrá nuevamente de las filas conservadoras tras las elecciones generales de setiembre.

Laschet enfrenta un proceso de dos pasos: primero, presidir la CDU y, después, ser candidato a canciller. Históricamente, el abanderado suele ser la misma persona que preside el partido, pero no necesariamente le ha garantizado la nominación, que está programada para marzo.

Pero antes de complicarnos, demos una mirada a Laschet, quien entró a la convención con las de perder. Con su sorpresiva victoria, ahora queda a la vanguardia para la candidatura a la cancillería. Así que especulemos que será él quien forme el próximo gobierno. ¿Qué puede esperarse?

Dispendiosa. En tres palabras, «Merkel menos Angela»: un máximo de continuidad. Laschet no promete una nueva aurora ni un quiebre con los 16 años de centrismo de Merkel y su inquietante inclinación hacia la izquierda, que se ha acelerado por la pandemia de la covid-19.

Esta ha llevado a una masiva expansión del gasto estatal y la redistribución por todo el Occidente. Personas y corporaciones «relevantes para el sistema» están recibiendo una lluvia de billones de euros.

También, en asuntos exteriores, cabría esperar más merkelismo. En la triple carrera por la presidencia del partido, los dos rivales de Laschet (Friedrich Merz y Norbert Röttgen) prometieron reequilibrar los intereses germanos a favor del occidentalismo: más recursos para defensa y la OTAN, menos para Rusia y China. Sin embargo, Laschet seguiría los pasos de Merkel.

Llamémoslo «centrismo diplomático». No dejar que el país se vea arrastrado por Estados Unidos a conflictos con los dos gigantes de oriente.

Mantener cierta distancia de Washington. Intentar estar en buenos términos con todos, como le corresponde la posición de Berlín en el centro de Europa.

Entre Rusia y China. Como canciller, Laschet no pondría obstáculos a Rusia ni interrumpiría el gasoducto Nord Stream 2, que proveería gas ruso directamente al país, sin pasar por Polonia y Ucrania, y aumentaría la dependencia energética germana del Kremlin. Tampoco Alemania excluirá la tecnología china 5G de sus redes.

Una señal de lo que podría venir en el futuro es la firma del Acuerdo Integral sobre Inversión (CAI, por sus siglas en inglés) entre la Unión Europea y China, llevado a cabo por iniciativa alemana apenas tres semanas antes de la toma de mando del presidente estadounidense, Joe Biden.

Con la CAI se esfumaron las esperanzas de Biden de apuntar a la Unión Europea a una coalición estratégica contra China. De hecho, si se mira en conjunto con la Asociación Económica Integral Regional, firmada por China y 15 países asiáticos, el acuerdo entre la Unión Europea y China deja aislado a los Estados Unidos.

En cuanto a Europa, el futuro con Laschet también promete continuidad, lo que significa recursos abiertos para el Banco Central Europeo, junto con unos cada vez mayores poderes de gasto y tributación a la Comisión Europea, el ejecutivo no elegido de la Unión.

En sus primeros años como canciller, Merkel tuvo que disputar con uñas y dientes la transferencia masiva de influencia y efectivo a la Unión Europea. Hoy, la unión de deuda y traspasos ya está garantizada, sin importar quién sea el próximo canciller. Incluso sin su cargo, Merkel seguirá dando forma al futuro de la UE.

Si bien las probabilidades sugieren que Laschet se convertirá en canciller una vez que los votos de las elecciones federales se cuenten el 26 de setiembre, tendrá que luchar duro para unificar a la CDU y su partido hermano de Baviera, la Unión Social Cristiana (CSU).

En la convención del fin de semana pasado, apenas logró la mayoría en la segunda ronda, ganando ajustado.

Peor aún, en las encuestas nacionales, solo un tercio de los encuestados pensaban que Laschet «podría ser un buen candidato a canciller».

Cerca de un 55 % prefería a Markus Söder, jefe del CSU, quien de seguro competirá con Laschet por la nominación. En efecto, está posicionándose desde todos los ángulos para el premio mayor.

Indecisión y oportunismo. ¿Qué representa Söder? Ha ido cambiando de posturas con rapidez, yendo de izquierda a derecha y viceversa, sea en seguridad nacional, migración, «valores familiares», confinamientos, política industrial o una versión alemana de un Nuevo Trato Ecológico.

Söder insiste en la necesidad de aplicar sanciones a Rusia, pero también ha tendido lazos con el presidente ruso, Vladímir Putin al visitarle en el Kremlin.

¿Hay grandes diferencias entre los dos líderes de las dos alas de la Democracia Cristiana alemana? Repito, que Laschet es un «Merkel menos Angela». Söder es un político profesional que intenta proyectar carisma y fortaleza, aunque su pasado sugiere una constante flexibilidad, lo que también puede interpretarse como indecisión u oportunismo.

Para el resto del planeta, poco importa a quién nomine el partido en marzo. La coalición multipartidista alemana no está diseñada para cambios bruscos como el de Donald Trump después de Barack Obama en Estados Unidos.

Siempre se orienta unos cuantos grados a la izquierda o la derecha, buscando el centro de gravedad y alejándose de los obstáculos.

¿Laschet o Söder para canciller? ¿Merkel-plus o un bávaro con pose de hombre fuerte? Por supuesto, el tercer actor es la covid-19.

El año pasado, los eficientes alemanes se distinguieron por poder contener la pandemia. Hoy el país pasa de confinamiento a confinamiento a medida que aumentan las infecciones.

Si sigue la crisis, el electorado germano podría preferir un hombre regordete y predecible de Renania a las incontrolables ambiciones de un potencial rey proveniente de Bavaria.

Josef Joffe: miembro de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, trabaja en el consejo editorial del semanario alemán «Die Zeit».

© Project Syndicate 1995–2021