Página quince: La entrevista de Jordi Évole a Francisco

El Papa, tan preparado académicamente, respondió de forma equivocada sobre todo en materia económica.

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En una entrevista concedida al presentador español Jordi Évole, el papa Francisco afirmó que los medios de comunicación deben evitar cuatro comportamientos: desinformar, calumniar, difamar y el gusto por lo sucio y escandaloso.

Los medios poseen un poder inmenso sobre el pensamiento y las emociones de las personas, y eso puede generar altos niveles de manipulación, sobre todo, si el medio tiene una agenda política propia, inspira su acción en objetivos políticos, protege intereses creados o sus propietarios, mandos medios y altos coinciden con los enfoques de actores políticos y sociales.

En tales condiciones, es posible que los actores políticos y sociales intenten utilizar a los medios en su favor o que los medios construyan narrativas informativas parciales o sesgadas, con lo cual se produce la desinformación que denuncia Francisco, y que, como él dice con absoluta razón, viola el derecho de las personas a forjar su opinión nutriéndose de diversas fuentes, interpretaciones y perspectivas.

El riesgo de que los medios de comunicación se transformen en actores políticos directos o en correas de transmisión de intenciones políticas e ideológicas unilaterales es patente. Se requiere madurez organizacional y personal, equilibrio emocional, humildad y responsabilidad profesional para evitar semejante distorsión. Es lógico y positivo que un medio de comunicación, una persona o un grupo construya su interpretación de los hechos y de las realidades, pero el problema de la información como manipulación no reside en eso, sino en la incapacidad para reconocer que toda interpretación es solo una entre muchas, y puede estar equivocada.

Francisco también mencionó el gusto por lo escandaloso como algo empobrecedor del producto informativo: “Hay medios que viven de publicitar escándalos, sean o no verdaderos… Viven de eso”. Tiene razón.

Palabras malditas. El papa Francisco se refirió a dos palabras a las cuales asoció con horrores y crímenes: capitalismo y socialismo.

La superficialidad del pontífice es sorprendente. Sostiene, por ejemplo, que la pobreza aumenta con el capitalismo, pero los datos disponibles lo contradicen. Entre 1820 y el 2015 se produjo un descenso sostenido de la pobreza. En 1820, de acuerdo con el economista Max Roser, el 94,4 % de la población mundial vivía en situación de pobreza y el 83,9 % en pobreza extrema, pero ya en 1992 esos porcentajes habían descendido al 51 % y al 24 %, respectivamente.

En la historia moderna se registra la disminución de la pobreza gracias a políticas conocidas como el estado de bienestar y capitalismo democrático de Estado en Europa Occidental (1950-1990).

Las reformas sociales y económicas en la República Popular China iniciadas hacia finales de los años setenta o la transformación social costarricense (1940-1950) que inauguró una etapa de reducción permanente de la pobreza también desdicen al Papa.

La patrimonialización a favor de las personas y las familias, que tuvo lugar a mediados del siglo XIX e hizo desaparecer la tendencia al empobrecimiento generalizado, produjo el nacimiento de las clases sociales medias. Ninguno de estos hechos es considerado por el Papa en su declaración; él utiliza la frase “capitalismo salvaje”, y cree que de esa manera lo dice todo.

El talón de Aquiles del capitalismo es la desigualdad social que ha crecido en las últimas décadas. “La desigualdad mundial es la enfermedad del siglo XXI —escribe Consuelo López Zuriaga—, ya que la mitad de las riquezas del planeta están en manos del uno por ciento de la población mundial (…) mientras la otra corresponde al 99 por ciento de los habitantes del mundo”. Christine Lagarde, directora gerenta del Fondo Monetario Internacional, afirma que la desigualdad “daña el crecimiento, erosiona la confianza y alimenta tensiones políticas”.

Francisco habla del capitalismo como si él y las religiones no fuesen parte de ese sistema social y sus estructuras no resultaran beneficiarias de este. Basta con leer los libros sobre las gestiones financieras del Instituto de Obras de Religión (IOR) o repasar la historia de las religiones para darse cuenta de la tremenda falsedad que pretende disimular al criticar el sistema capitalista y al mismo tiempo ser parte de él y vivir de él.

No es casualidad que al preguntársele si la religión debe pagar impuestos por sus inmuebles sostuviera que a las “cosas dedicadas al culto y al bien social” se les debe eximir de pagar tributos, no importa si de esa manera se legitiman regímenes impositivos confiscatorios respecto a las distintas clases sociales.

Francisco comete el error de concebir al capitalismo como un sistema que consiste en dinero, propiedad, mercados y consumo.

Desde los orígenes de la disciplina económica, y conforme la experiencia histórica de los siglos XIX, XX y XXI, el capitalismo es un sistema que incluye aspectos económicos, jurídicos, políticos, éticos, culturales y sociales, lo cual comprende méritos y deméritos, fortalezas y debilidades, amenazas y oportunidades. En este sentido, puede hablarse, por ejemplo, de capitalismo democrático y liberal, capitalismo anarquista, capitalismo de economía social de mercado, capitalismo de Estado democrático, capitalismo de Estado dictatorial, capitalismo de compadrazgos y capitalismo patrimonial hereditario, pero de diferencias como estas Francisco parece no estar enterado.

Incógnitas. Con respecto a la noción de “economía social de mercado”, conviene saber si Francisco se refiere a la experiencia alemana o habla de un modelo social de aplicación universal; si es el primer caso, su observación se limita a la experiencia de un país, y si es el segundo, cabría saber cómo concilia la universalidad del modelo con las particularidades históricas de las sociedades.

En la doctrina social de la Iglesia y en disciplinas sociales y humanistas, existen conceptos como cogestión de medios de producción, autogestión y copropiedad de medios de producción. Esos vocablos, unidos a los de propiedad, bien común, bien individual, destino universal de los bienes, rentabilidad, ganancia y productividad le evitarían al Papa sus exuberantes desorientaciones y simplismos.

Francisco utiliza el término “socialismo”, pero no está claro a qué se refiere. Si tiene en mente la idea de Marx de socialismo, esta no ha existido ni existe en ninguna parte; si habla de alguna otra variante de socialismo (socialdemócrata, democristiano, liberal y liberal social), se trata de formas diversas de capitalismo; y si se refiere a las llamadas experiencias socialistas del siglo XX y al socialismo del siglo XXI, es comúnmente aceptado, comprobado en la experiencia y derivado de las encíclicas Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus, que en tales casos lo que existe son sociedades capitalistas tiranizadas por políticos, burócratas, ideólogos y criminales de distinto tipo.

El Papa y los actores políticos y sociales deben esforzarse por ser más profundos, integrales y rigurosos al utilizar ciertos conceptos y dar declaraciones. Rige para ellos, como para todo ser humano, la máxima que derivo de la obra de Ludwig Wittgenstein: de lo que no se conoce, es mejor no hablar.

consulfexxi@gmail.com

El autor es escritor.