Página quince: Enseñanzas de la historia

Cuatro hechos sirven de inspiración a las nuevas generaciones para salir victoriosas de los nuevos desafíos que parecen irresolubles

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Estamos viviendo una época muy difícil. En ocasiones como esta, cuando la crisis de salud nos agobia, muchos sufren duelos por la muerte de alguna persona cercana y todos nos preocupamos por la situación financiera propia y la de nuestro país, es fácil caer en el pesimismo.

Nos parece entonces que los problemas son insolubles y que, aunque tuvieran solución, son irresolubles porque somos un pueblo de un enorme individualismo, incapaz de ponerse de acuerdo y con una actitud timorata y cortoplacista.

En estos momentos, conviene que volvamos la vista atrás y busquemos en nuestro pasado la inspiración que necesitamos para superar la crisis actual. Con ese fin, recordaré cuatro momentos estelares de nuestra historia.

La independencia y el Pacto de Concordia. La noticia de la independencia de España llegó a Cartago a mediados de octubre de 1821.

A quienes vivían en esa ciudad, la mayoría —salvo unos poquísimos extranjeros— con una educación muy limitada, les cayó como una bomba.

Para peor de males, en aquel momento o en los días siguientes, descubrieron la existencia de por lo menos tres posibles formas de proceder: apartarse de lo resuelto por los otros países centroamericanos en Guatemala y mantenerse leales a España; unirse al emperador Iturbide, de México; o declarar la independencia total.

Escogieron la última y, además, el 1.° de diciembre de 1821 promulgaron la primera constitución de la nueva nación: el llamado Pacto de Concordia.

¿No son estos logros admirables en un mes y medio? ¿Cómo lograron nuestros antepasados, en tan poco tiempo, dos acuerdos trascendentales, como son la independencia de España y la promulgación de una constitución política?

Lo sucedido nos demuestra que, enfrentado a grandes decisiones, el pueblo costarricense es capaz de llegar a acuerdos que lo conduzcan por la ruta más adecuada.

Educación pública. Poco después, nuestros abuelos, una vez más, coincidieron en la elección del primer jefe de Estado, un maestro llamado Juan Mora Fernández.

Mientras en los países vecinos la lucha por el poder producía cruentos enfrentamientos, nuestro primer gobernante promulgaba el decreto XXVI que literalmente dispone: «El Gobierno por quantos medios estén á su alcance promoverá el establecimiento de casas públicas de enseñanza en los Pueblos del Estado, proponiendo al Congreso los arvitros que estime conveniente para la consecución de empresas tan benéficas» (la ortografía es del original). ¿No le parece, amable lector, que ese texto demuestra una admirable visión del futuro?

Guerra contra los filibusteros y el cólera. Treinta y pico años después, un grupo de aventureros estadounidenses se aprovechó del caos político reinante en Nicaragua para tomar el control de ese país y, posteriormente, tratar de invadir Costa Rica.

Nuestro presidente, Juan Rafael Mora, ya le había adelantado a los costarricense la tragedia que se le avecinaba a la joven nación e hizo un llamado a las armas.

Un grupo de personas, muy pocas de las cuales tenían algún conocimiento del manejo de armas, se aprestó a una extraordinaria epopeya, que comenzó con la batalla de Santa Rosa, continuó con varios terribles enfrentamientos en Nicaragua y siguió con unas acciones heroicas en el río San Juan.

Reunir a ese «ejército», pertrecharlo mínimamente y alimentarlo exigió un monumental esfuerzo de todo el país.

Para empeorar la situación, en medio de esa lucha, emergió la enfermedad del cólera, que sumió al naciente Estado en una situación desesperada.

Pobres, debilitados, enfermos y maltratados en toda forma, nuestros antepasados culminaron su gesta patriótica e iniciaron la reconstrucción de su maltrecho país. ¡Y nosotros decimos ahora que la del 2020 es la peor crisis de nuestra historia!

Lo sucedido en 1856 y en los años siguientes es una excelente muestra de que, ante las grandes calamidades, los costarricenses mostramos enorme valentía, unimos nuestras fuerzas y salimos adelante.

Abolición del ejército. José Figueres Ferrer fue el líder victorioso de un grupo que en 1948 derrocó un gobierno que había incurrido en graves actos de corrupción.

En un gesto simbólico celebrado el 1.° de diciembre de 1949, la Junta Constituyente de la Segunda República proscribió el ejército como institución permanente.

Se trata de un hecho insólito en la historia, que un general victorioso disolviera el ejército que lo llevó al triunfo. A pesar de los inevitables temores que la acción despertó, el pueblo de Costa Rica la apoyó y, desde entonces, se enorgullece de ese logro histórico y destina los recursos que la supresión del ejército libera, fundamentalmente, a la educación y a la salud. ¡Qué increíble acto de valor y de visión histórica!

Es cierto que vivimos una época difícil, pero los hechos anteriores y muchos otros de nuestra historia demuestran el valor y la visión de nuestra gente y prueban que Costa Rica unida es capaz de superar valientemente las más grandes adversidades.

roreamuno@robcr.com

El autor es exvicepresidente de la República.