La muerte, aquí, siempre va rápidamente asociada con el entierro. No se me quita de la mente mi sorpresa al leer, demasiado joven quizá, la novela de Alberto Camus El extranjero. Inicia así: “Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias’”. El ejemplar en español que tengo a mano data de 1970, pero el original lo leí años antes, en francés, propiamente.
Me viene a la mente porque otra vez sorprende la rapidez: a Randall, nuevo quijote, lo asesinaron hace unos pocos días y ya lo tienen enterrado en San Rafael de Oreamuno. En cambio, al miserable, si es que logran agarrarlo —y con el perdón de los sacrosantos derechos humanos—, según la usanza medieval habría que tenerlo un rato, sin hacerle daño, simplemente perforándolo a punta de miradas penetrantes, de nosotros, los ciudadanos que todavía creemos en la democracia, la justicia, el bien común y, ¿cómo no?, la caballerosidad.
Gran caballero. Porque caballero fue, es y será Randall Ulloa Acuña. No solo por esas cositas de ceder el asiento en el bus a señoras, mayores y personas con discapacidad, sino también por el sentido estético, el buen vestir, el comer con modales; todo confirmando una personalidad. Pero, charita, Randall, usted lo tuvo que comprobar: ser buena gente, educada, altruista no resulta anticuado. De moda está la masa, como leí también en mi matutino: “Lady Gaga sufre estrepitosa caída del escenario por un fan”.
No ser avestruz. Gracias a su esposa, Rosibel, y a su familia por darnos a conocer el alma de ese valiente. Pero ¿por qué no intervinieron otros? ¿Por qué la atacada no le agradece públicamente? ¿Por qué la gente se ha vuelto tan cómodamente egoísta? Denuncien de viva voz y muestren —sí, con el dedo— a aquel que tira un pucho al suelo. Señalen al que anda manejando mal. Aunque sea sacando la trompita advierten a los otros de los peligros alrededor.
Gracias, Randall, por no ser avestruz, como la mayoría. Nada ganamos con argumentar que se trata de un problema mundial. Cuanta más cantidad de información y distracción, difundida por tantos “medios”, más se diluye la atención directa al prójimo.
Por supuesto, también es gallina el culpable, al amparo de la noche, aprovechando que la gente anda como atrofiada, cómoda. ¡Eso no se hace! Compórtese. Haga como los demás.
Asesino, según la etimología registrada en el diccionario, es (¡otro!) vocablo árabe: “Adicto al cáñamo indio”. Pero fratricidas somos todos, con nuestra pasividad, ese laisser faire, laisser passer (dejen hacer, dejen pasar) de creer y proclamar que “de por sí no se puede hacer nada”, “mire, no se meta” y “debe de ser otro extranjero”. Afirmaciones que ya oigo.
Descanse en paz, Randall. El Quijote no ha muerto; sigue luchando contra muchos molinos. Pero salgamos, Sanchos todos, de nuestra propia convivencia tan falsamente pacífica y civil, de pensar que democracia es solo cosa de voto y boto, de seguir sin “arma trocar”. Sí, alertando; sí, denunciando; sí, enfrentando, si es el caso. No, no es tarde, pero ¡casi!
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El autor es educador.