Se confirmó otra vez el axioma: “Los ladrones roban en todas las oportunidades que se presentan, aunque las víctimas sean muy pobres”. La fiesta fue en Caracas, del 25 al 27 de julio pasado. Les costó a los anfitriones, en números redondos, $19 millones, de los cuales, como es habitual, se robaron la mitad. No es poco para una nación en la cual el 82 % de las personas se muere de hambre.
Según Diosdado Cabello, acudieron 700 invitados. Según Nelson Bocaranda, solo llegaron 150. El resto era “relleno”. Lo dijo en sus legendarios Runrunes. Probablemente, Bocaranda acierta. Está muy bien informado. Maduro y su régimen son malas palabras. Ninguna persona honorable quiere asociarse a esa patulea de indeseables.
¿Qué hacen en el Foro de São Paulo (FSP) grupos como el Partido Revolucionario Democrático (PRD) de Panamá, que hoy dirige el político y empresario Laurentino Nito Cortizo, quien acaba de ganar las elecciones en su país con un discurso moderado?
¿Qué hacen tres de los mayores partidos dominicanos: el Partido de la Liberación Dominicana de Danilo Medina y Leonel Fernández (PLD), así como el Partido Revolucionario Dominicano de Miguel Vargas y su desprendimiento, el Partido Revolucionario Moderno, dirigido por Luis Abinader e Hipólito Mejía, un verdadero anticomunista?
Más cuestionamientos. ¿Por qué Lenin Moreno, presidente de Ecuador, no se ha largado con su música a otra parte —a él que le gusta cantar y no lo hace mal— para romper de una vez las fatídicas relaciones entre el Movimiento Alianza País y el FSP, forjadas cuando gobernaba Rafael Correa, hoy prófugo de la justicia por corrupto?
La lista de partidos afiliados al FSP es un monumento a la irresponsabilidad. ¿Cómo es posible que los socialistas chilenos continúen formando parte de ese engendro tras el informe de Michelle Bachelet, hoy al frente del Departamento de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)?
¿Por qué Tabaré Vázquez permite que el Frente Amplio uruguayo continúe dándoles su apoyo a Maduro y a su banda, cuando el expresidente Pepe Mujica admite que “Maduro está loco como una cabra”, y que Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Américanos (OEA), no solo no está al servicio de la CIA, sino que es un abogado realmente comprometido con la ley?
Sin sentido. ¿Cómo creer al mexicano Andrés Manuel López Obrador y a su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) su supuesto respeto por los derechos humanos, cuando su partido baila en la comparsa organizada por Maduro, y lo primero que hizo al llegar a Los Pinos fue sacar a México del Grupo de Lima, creado para presionar al régimen chavista?
Es coherente que ahí figuren los narcoterroristas de las FARC, el Farabundo Martí, el Frente Sandinista de Daniel Ortega, el Movimiento al Socialismo de Evo Morales, el PSUV de Maduro, todos bajo la batuta implacable del cubano Miguel Díaz Canel, pero ¿qué hacen en el FSP los partidos y movimientos que presumen ser realmente democráticos? Eso no tiene el menor sentido.
No es cierto que el FSP es un organismo de Guerra Fría. Es una internacional antiestadounidense pos Guerra Fría.
Fidel Castro, con la ayuda de Lula da Silva, lo creó a toda prisa para continuar la Guerra Fría después del derribo del Muro de Berlín (1989). Y lo creó exactamente para continuar la batalla en el momento en que Moscú tiraba la toalla.
La tarea de ese fanático iluminado era recoger los escombros dejados por la URSS en América Latina y continuar luchando “hasta la victoria siempre”.
Peligroso chiflado. ¿La victoria contra quién? Para entender el FSP hay que conocer el odio que le tenía Fidel Castro a Estados Unidos y haber leído su carta de 1958 a su amiga y amante Celia Sánchez, cuando todavía era un guerrillero en la Sierra Maestra, en la que declaraba que su destino era pelear eternamente contra los yanquis.
¿De verdad es eso lo que desean los afiliados al FSP? ¿Consumirse en una batalla estéril e inútil contra Estados Unidos?
Decía Jean-François Revel que “el antiyanquismo es la ideología de los tontos”. Tenía razón.
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Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor. Su obra más reciente es una revisión de “Las raíces torcidas de América Latina”.