Página quince: Cómo actuar con Teherán

Cuarenta años después de la revolución que derrocó al sah, el sistema político-religioso y el gobierno únicos de Irán parecen lo suficientemente fuertes como para resistir la presión de los EE. UU. y superar las actuales dificultades económicas del país.

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NUEVA YORK– Durante los últimos dos años y medio, el gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, eligió a Irán como blanco de su presión sostenida (por encima de Rusia, China o Corea del Norte). Se retiró del acuerdo nuclear del 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto, o PAIC), designó a un brazo del Ejército iraní (la Guardia Revolucionaria Islámica) como organización terrorista extranjera, impuso sanciones económicas a casi mil personas y entidades, y tomó medidas para que a Irán le resulte extremadamente difícil vender petróleo.

La política estadounidense está funcionando, en el sentido de que la mayoría de los países (incluidos aquellos que no están de acuerdo con las políticas de Trump) decidieron que es mejor mantener lazos comerciales y de inversión con Estados Unidos que con Irán. Las exportaciones petroleras de Irán se redujeron marcadamente y su aislamiento económico es real y creciente. La economía se contrajo un 4 % en el 2018 y se prevé que este año se reduzca otro 6 %. El valor de la moneda iraní cae en picada. Se informan grandes subidas de precios, escasez de alimentos y medicinas, y disminución de las transferencias financieras a Hizbulá y diversas milicias que son centrales para los intentos de Irán de ejercer influencia en toda la región.

Pero aunque la presión es clara, su propósito no lo es. Muchos en el gobierno de Trump parecen partidarios de un cambio de régimen. Pero es improbable que eso suceda. Cuarenta años después de la revolución que derrocó al sah Mohamed Reza Pahlevi, el exclusivo sistema político‑religioso de Irán y su gobierno parecen suficientemente fuertes para soportar la presión estadounidense y superar las dificultades económicas.

Un resultado más probable es que la guerra económica de los Estados Unidos dé paso a una guerra real. Irán dejó bien claro que no se contentará con absorber dolor, sino que también lo administrará. Es casi seguro que el régimen iraní tiene algo que ver con los recientes ataques a buques petroleros en el golfo de Omán y con bombardeos de los hutíes de Yemen con drones sobre un aeropuerto saudita.

El gobierno iraní también anunció su intención de abandonar gradualmente las restricciones impuestas por el PAIC. Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, Irán está aumentando lentamente la producción de combustible nuclear. El país también parece decidido a alcanzar un nivel de enriquecimiento de uranio más cercano al necesario para la creación de armas nucleares.

Todo esto supone riesgo de un costoso conflicto entre Irán y uno o más de sus vecinos o Estados Unidos. Es casi seguro que ese conflicto escalaría y se extendería, y Estados Unidos, Israel e Irán saldrían perjudicados.

En algún lugar entre una costosa guerra y un improbable cambio de régimen todavía queda una tercera posibilidad para la que sería necesario que Trump explore la diplomacia. Ya cambió de rumbo con Corea del Norte, puede hacer lo mismo con Irán.

Las críticas de la administración Trump al PAIC son, en su mayoría, acertadas. Si bien el acuerdo redujo las capacidades nucleares de Irán y prolongó el tiempo que necesitaría para desarrollar armas nucleares, las restricciones que aceptó Irán eran relativamente efímeras, con vencimiento en el transcurso de la siguiente década, momento en el cual Irán podía permanecer en el pacto y al mismo tiempo disponer de todo lo necesario para construir un inventario nuclear con escasa o nula advertencia. Esto no justifica la retirada de Estados Unidos del PAIC, sobre todo, en vista de que Irán lo estaba cumpliendo, pero es un argumento sólido para una renegociación.

Esa oportunidad todavía existe. Pese al fracaso del reciente intento del primer ministro japonés, Shinzo Abe, de mediar entre Estados Unidos e Irán, hay motivos para creer que las posibilidades para la diplomacia han mejorado, en parte porque las sanciones están haciendo efecto. La administración Trump expresó voluntad de negociar con el gobierno iraní sin precondiciones. Hasta ahora Irán se opuso a hacerlo, pero eso puede cambiar si Estados Unidos indicara que la negociación incluirá cierto grado de alivio de las sanciones.

Es hora de hacer esa movida diplomática. Llamémosla PAIC 2.0. Según el nuevo pacto, las restricciones a las actividades nucleares de Irán (sobre todo, el uso de centrífugas y la producción de combustible nuclear) se extenderán por tiempo prolongado; además, el acuerdo revisado pondrá restricciones al programa iraní de misiles balísticos. A cambio, Irán recibirá un alivio de muchas de las sanciones impuestas. Estados Unidos también podría darle carácter formal a la declaración de Trump según la cual su objetivo es un cambio de políticas, no de régimen. Hay buenas chances de que los participantes europeos de las negociaciones originales (el Reino Unido, Francia, Alemania y la Unión Europea) se sumen a esta estrategia. Enviar al Congreso de los Estados Unidos para su aprobación formal un acuerdo revisado transmitiría la señal de que Estados Unidos no se retirará por segunda vez.

Pero algunas sanciones deben continuar, en vista de las actividades de Irán en la región. En principio, una negociación en la que se ofreciera la eliminación total de las sanciones a cambio de que Irán ponga fin a sus acciones en Siria y Yemen, deje de apoyar el terrorismo e inicie una liberalización política fronteras adentro es imaginable. Pero no tiene la menor posibilidad de prosperar. Una diplomacia a todo o nada será totalmente infructuosa. Como ocurrió con el control de armamentos entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, a veces es suficientemente ambicioso tratar de limitar la competencia, en vez de eliminarla.

No quiere decir esto que Irán tendrá vía libre en la región. Es de suponer que Israel seguirá usando acciones militares selectivas para asegurar que Irán no pueda establecer una presencia militar e infraestructura en Siria cerca de la frontera con Israel, como ha hecho en el Líbano. Y Estados Unidos debe mantener una presencia militar aumentada en el golfo Pérsico o cerca de él, tropas en Siria y una presencia diplomática y militar significativa en Irak.

Promover un PAIC 2.0 no llevará a la normalización de las relaciones diplomáticas con Irán, pero reducirá enormemente el riesgo de una guerra o la conversión de Irán en una potencia nuclear, algo que probablemente incitaría a Arabia Saudita y a varios otros países a seguir su ejemplo. Oriente Próximo ya es suficientemente peligroso sin necesidad de añadir otra dimensión mucho más mortífera a la mezcla.

Richard N. Haass: es el presidente del Council on Foreign Relations. Su libro más reciente se titula “A World in Disarray” (Un mundo en desconcierto).

© Project Syndicate 1995–2019