FIRMAS PRESS.- Anne Hidalgo, alcaldesa de París, una señora de origen español, a propósito de la victoria de Joe Biden, exclamó jubilosa por Twitter: «¡Bienvenida de nuevo, América!».
¿Bienvenida de nuevo a dónde? Obviamente, a la cabeza de lo que se ha dado en llamar «el mundo libre», de donde no debió marcharse. Prácticamente, todos los líderes de Europa están de plácemes.
La excepción es Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido. La persona detrás del brexit y que algunos llaman el Donald Trump del Reino Unido, acción por la que no pocos líderes conservadores están totalmente arrepentidos, pero no pueden darle marcha atrás.
En todo caso, Johnson se apresuró a felicitar a Joe Biden por su triunfo. Fue lord Palmerston, el premier británico en el momento de mayor peso del imperio, a mediados del siglo XIX, quien aseguró: «No tenemos aliados eternos y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos». A eso se dedica Johnson.
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En realidad, Estados Unidos lidera el «mundo libre» a regañadientes. En 1932 fue elegido F. D. Roosevelt a la Casa Blanca para enfrentarse a la crisis financiera de 1929, pero el 1.° de setiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. Se inició con un artero ataque contra Polonia, concertado entre Hitler y Stalin.
Algo más de dos años después, el 6 de diciembre de 1941, tras consultar con sus aliados alemanes, los japoneses atacaron Pearl Harbor.
No les voy a contar la historia de la guerra porque ustedes se la saben de memoria, pero sí de cómo Estados Unidos se convirtió en la cabeza del mundo libre.
Operación Overlord. Todo comenzó cuando el país estaba seguro de que ganaría la contienda y derrotaría a los nazis. A principios de junio de 1944 los estadounidenses lanzaron la Operación Overlord.
Decenas de miles de soldados, apoyados por miles de aviones de combate y barcos de guerra, cruzaron el canal y desembarcaron en Normandía. Era la mayor operación anfibia de la historia.
Tuvo éxito. En consecuencia, en julio, 730 delegados de 44 países aliados se reunieron en Bretton Woods, Nuevo Hampshire, a pactar «el sistema».
Tanto Roosevelt como sus asesores económicos estaban convencidos de que la Segunda Guerra Mundial había sido el resultado del desorden monetario y las constantes devaluaciones de las divisas para obtener una mejor posición comercial.
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Eso se arreglaría regresando al patrón oro y creando el Fondo Monetario Internacional, institución financiera que ayudara a los países cuando tuvieran problemas de liquidez.
Además, se fomentaría la creación del Banco Mundial, cuya principal función sería estimular el comercio internacional y la reconstrucción de las destruidas infraestructuras de cincuenta ciudades minuciosamente devastadas.
Ocho meses después, en abril de 1945, Hitler se suicidó, derrotado. Los japoneses resistieron un poco más, hasta agosto, cuando los estadounidenses lanzaron dos bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, con apenas tres días de diferencia. El emperador sacó la bandera blanca y comenzó la posguerra.
De vuelta. El mundo al que hoy regresa Estados Unidos es al surgido de la solución de ese conflicto. Regresa a la OTAN, a la solidaridad y al multilateralismo.
Regresa a unas fronteras más porosas en las que los extranjeros indocumentados no son enemigos, sino víctimas.
Regresa, en fin, al mundo en el que todas las naciones guiadas por el mercado libre y manejadas con arreglo a la democracia, al Estado de derecho y al respeto a la propiedad privada prosperaban y reducían paulatinamente los índices de pobreza.
A mediados de 1945 Estados Unidos, con el 4 % de la población mundial, tenía el 50 % del PIB planetario. Hoy tiene el 22 %.
Magnífico. Eso no quiere decir que el país se ha empobrecido, sino que los otros se han enriquecido. La sociedad estadounidense es considerablemente más rica que entonces.
Estados Unidos cuenta con 80 de las 100 mejores universidades y centros de investigación del planeta. Con las fuerzas armadas más eficientes, incluidos los cuerpos de inteligencia.
Con una divisa, el dólar, en la que se realizan el 80 % de las transacciones internacionales, pese a haber abandonado el patrón oro en 1971, lo que revela la confianza mundial en una economía imbatible que muy pronto superará la covid-19.
A los 18 meses de la pandemia de 1920, pese a los 600.000 muertos con menos de un tercio de la población actual, y a no contar con vacunas, la nación entraba en franca recuperación y en los «alegres veinte».
Igual sucederá hoy, con Biden y Harris. Nos espera un mundo extraordinario de globalización, mestizaje y aceptación de las diferencias.
Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor.