Página quince: A favor del quehacer cultural

Cercenar el presupuesto al Ministerio de Cultura es contraproducente para la época que vivimos.

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Me uno a las voces que se alzan contra la reducción del presupuesto al Ministerio de Cultura y, con mas rigor, al del Centro Costarricense de Producción Cinematográfica (CCPC). Desde diferentes aristas, muchas de esas voces claman contra el ensañamiento que intermitentemente se le dirige al presupuesto del quehacer cultural.

Recordemos que, desde una perspectiva antropológica, la cultura se define como todo el quehacer humano. Una explicación más restringida, que es la que nos ocupa, sería, entre otras opciones, la siguiente: “Todas las expresiones y acciones materiales, intelectuales, espirituales realizadas y avaladas por la institución cultural correspondiente en el seno de una sociedad”. Los contenidos de esta última conciernen a la definición antropológica y señala que todo el espectro del quehacer cultural incide y forma parte del devenir histórico-antropológico. De ello se desprende el innegable compromiso que deben tener las sociedades en la defensa, promoción y crecimiento del quehacer artístico y cultural.

El arte nace del desafío. La función del artista, ya sea como actor, pintor, escultor, bailarín, escritor, etc., es confrontarse con el mundo que lo circunda. Tal confrontación puede recrearlo, reelaborarlo o denunciarlo. Lo anterior supone, indudablemente, un desafío y solo así puede existir el arte. En ocasiones, los frutos se transforman en una obra que enaltece la belleza y lo sublime de la naturaleza y la condición humana. En otras, representan una expresión de derroche imaginativo y creativo, que ofrece al espectador o lector múltiples lecturas y acercamientos. Ese desafío también manifiesta una relación con la realidad que pondera la oposición, la hostilidad y la contestación y donde parece ser que la concordancia íntima de la obra es su desacuerdo con el mundo. Resulta obvio y digno de destacar que una obra artística, no importa su género, puede ensalzar los valores positivos del universo en el que se circunscribe.

Herramienta pertinente. Los momentos que vivimos claman para que el quehacer artístico proclame la imprescindible función del arte, pues su lenguaje no conoce fronteras y es la opción pacífica, creativa y sublime para mejorar el mundo, especialmente en uno donde la interculturalidad es la norma, sin obviar el enriquecimiento que ello nos aporte. El artista es un constructor y defensor de nuestra identidad.

La Unesco, en su declaración en Estocolmo, en 1998, expresa el valor de la mutua dependencia entre el desarrollo sostenible y el auge de la cultura: “La cultura es el fin y el objetivo del desarrollo, entendido en el sentido de realización de la existencia humana en todas sus formas y en toda su plenitud”.

Soltar la mano al cine. Espacio aparte merece el recorte al presupuesto del CCPC. Sobre esto han dado cuenta, y seguirán dándola, especialistas en la materia. Solo recuerdo el innegable camino de éxitos en este campo, tanto en el ámbito nacional como internacional. También viene a mi mente la expresión de María Lourdes Cortés, investigadora de esta disciplina: “Un país sin cine es un país invisible”.

Los quehaceres culturales son alimento espiritual indispensable para los miembros de una sociedad. Un pueblo con esos elementos activos, innovadores, constantes y rigurosos conserva su autoestima en alto, lo cual influye en su nivel educativo, su capacidad creativa, el desarrollo de su imaginación, entre otros aspectos; además, le permite revalorizar la vida cotidiana y puede generar un estilo de vida orientado a los valores.

Evidentemente, producir bienes culturales requiere inversión económica, por lo que necesita del apoyo estatal, al igual que la salud, la educación, la seguridad, etc. Cercenar el presupuesto va en detrimento de todos los valores expuestos. Lograr el apoyo permitirá al país caminar por mejores derroteros.

amalia.chaverri@gmail.com

La autora es filóloga.