Ha llegado el tiempo de la unidad o unión, del respeto y la comprensión, sustantivos que, junto con la fe religiosa, la libertad y la paz, conforman la memoria democrática del costarricense. Ahora, recién celebradas las elecciones, la meritocracia y el pluripartidismo recomiendan formar un equipo de gobierno que contribuya al aporte de soluciones a los problemas nacionales más urgentes: déficit fiscal, seguridad ciudadana, empleo, control de préstamos, acuerdos legislativos, eliminación de trámites administrativos, infraestructura, educación acorde con la iniciativa privada, refundición de instituciones públicas, pobreza… A esto se le agrega el respeto al Estado de derecho como principio de orden y fundamento y consolidación de la memoria democrática, para tenerla presente.
Lo que sigue. Según datos del Tribunal Supremo de Elecciones, algunos candidatos no visitaron numerosos pueblos del interior, siempre dispuestos a manifestar las principales necesidades. Su abstencionismo lo confirma. Asimismo, cabe criticar cierto debate cargado de preguntas más la cansina denuncia de supuestos hechos corruptos que sembraron desconfianza y otras veces risa.
Bueno, ya todo pasó: unos perdieron y otros ganaron. Ninguno obtuvo el deseado 40 % del padrón electoral. Sí estamos seguros de los millones de colones que le costará al país la segunda vuelta: ¢1.539 millones. Tal vez los contrincantes logren sacarnos del enfriamiento y brille el sol.
La memoria democrática del costarricense, por fortuna, es “un mar sin orillas”. Nos acercamos a un tiempo nuevo, dentro de un pueblo que no codicia privilegios, sino fe, comprensión, respeto, justicia y paz.
Ojalá esta memoria se robustezca en el próximo gobierno, y pueblos del interior, tan abandonados, y del centro, gocen de mayores beneficios.
El autor es abogado.