Miedo. Miedo envuelto en distractores ideológicos: así entiendo el fondo de las discusiones políticas de las últimas semanas. Miedos que se necesitan y alimentan mutuamente. Unos ven al gobierno y sus aliados como lobos con piel de oveja, peligrosos chavistas a punto de zamparse a Costa Rica. Por todo lado ven señales: la crisis de los aguacates, la ley de radio y televisión y el acuerdo de unos sindicatos con el FA y algunos del PAC son parte del plan para instaurar un estatismo sovietizante. Ujum...
Otros ven una conjura de neoliberales reaccionarios haciendo la contrarrevolución a un gobierno progresista: vean, dicen, la Alianza Nacional Opositora en el Congreso, el recorte del gasto público o la privatización de la generación eléctrica. Ahí está la segunda resurrección del PLUSC con su perversa agenda para desmontar el Estado social de derecho y descabezar al movimiento popular. Ujum...
Quien aterrice hoy en Costa Rica y lea periódicos y las redes sociales concluye que estamos a las puertas de una épica batalla entre el capitalismo y el comunismo. ¿Cómo es que la BBC de Londres no se ha dado cuenta? ¿Qué anda haciendo en Grecia, cuando la verdadera noticia ocurre en la tranquila Costa Rica? Como en las películas, la tormenta siempre rompe ahí donde nadie lo sospecha. Tic, tic, tac.
Una ducha fría les convendría a los exaltados, a la generación de 50 para arriba atrapada en la guerra fría. Por supuesto que en una democracia hay diferencias políticas e ideológicas, y son necesarias. Pero cuando los miedos se apoderan de las partes, terminan cazando fantasmas e imponiendo al resto de la sociedad sus lecturas polarizadoras, y nos obligan a escoger entre el bien y del mal. A mí no.
¿Miedo a qué? Vienen tiempos difíciles. Sabemos que el país transita hacia años complicados y que, para vadearlos, serán necesarios sacrificios compartidos. El miedo a perder privilegios (pluses de un lado, leyes permisivas de la evasión y elusión fiscal, del otro) incuba actitudes defensivas y echar culpas “al otro lado” es un medio para resguardar lo de uno. Miedo a no estar a la altura del desafío: los viejos sabemos que tenemos en nuestras manos abrir una época amarga o no, y se nos han nublado las entendederas.
Por dicha, la realidad es más rica que esta narrativa de las conjuras. Veo a jóvenes emprendedores, empresas y organizaciones haciendo innovaciones. A gente sensata en el sector público y privado que no se dejará encuadrar en estas retóricas. Veamos problemas reales, no fantasmas, que mucho tenemos por hacer para vivir con un sistema político desarticulado, un gobierno errático y un sistema económico insuficiente.
Jorge Vargas Cullel realiza gestión de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.