Columnistas

Mi jungla, mi templo, mi mujer

Jacques Sagot emprendió la organización de su biblioteca tomando como seres vivos cada una de las obras: Cervantes y Lope de Vega, por ejemplo, se sacan la lengua desde sus respectivos libros.

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Después de cambiar el piso de mi biblioteca (la madera se había podrido y cedía peligrosamente bajo mis pasos) me he abocado a la reorganización de los libros. Miles de ellos. ¡Ah, el gozo del demiurgo, retransformando el caos en plenitud del orden! Cada uno de ellos reclama los mejores lugares en la biblioteca, los más expuestos, aquellos que les permitirá codearse con los clásicos y las colecciones de lujo. Otros, más modestos, me piden ser ubicados en lugares menos visibles, en los estantes inferiores o allá en lo alto, donde apenas puede entreverse su título. Yo trato de complacerlos a todos, pero las limitaciones de espacio a veces me obligan a colocarlos en vecindarios que no les son muy simpáticos.








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