Las secretarias, así, en femenino, porque la imaginación de los redactores de un manual en la Asamblea Legislativa no alcanza a imaginar a un hombre cumpliendo esas funciones, deben adaptarse a la personalidad moral e intelectual y hasta al lenguaje de sus jefes. Además, deben estar siempre listas para defenderlos, no cuando tengan razón, sino cuando se les critique “y más aún si no hay motivo”.
Las 120 páginas del manual están llenas de auténticas joyas del prejuicio, para no decir la misoginia. Así como secretaria es un sustantivo exclusivamente femenino, jefe, gerente o administrador solo suponen el género opuesto. Peor que la jerarquización imaginada a partir de roles arcaicos es la descripción de las funciones y virtudes de ese personal exclusivamente femenino.
El jefe merece el respeto propio de su cargo y la secretaria no debe permitirse familiaridad. Siempre mantendrá la distancia y una relación de trabajo. Queda espacio para dudar si las mismas consideraciones deben guardarse a la inversa. La clave podría estar en el siguiente consejo del manual: “Sabrá responder de forma amable al jefe cuando se detenga en consideraciones personales acerca de su familia, su trabajo, sus progresos, pero por muy joven que sea (la secretaria) deberá evitar abordar con su jefe asuntos demasiado personales o familiares”.
Como es evidente, le toca a ella mantener la distancia aunque el jefe, simpático y parlanchín, aborde temas personales. Si la juventud o cualquier otra circunstancia conducen a un “malentendido”, basta con consultar el manual para saber quién es responsable. Mientras al jefe se le defiende de toda crítica, la secretaria debe ser objetiva e imparcial ante los reproches y alabanzas y actuará de acuerdo con las circunstancias “aun cuando deba defenderse y desmentir aseveraciones falsas” en su contra.
Prudencia, muchachas, prudencia. El respeto es para el jefe, a quien se respeta y agradece en forma discreta. Tantas consideraciones no están completas sin mencionar el deber de ser comprensivas. La colección de prejuicios aconseja a las secretarias a no prejuzgar al jefe a partir de la primera impresión“pues una persona brusca puede ser bien educada y de gran corazón”.
El manual está dirigido a las aspirantes a puestos de “secretaria” y “asistente administrativo”. A juzgar por el lenguaje, ningún hombre debe concursar. A estas alturas del siglo XVII, nada mejor se puede esperar, salvo un rápido vistazo al calendario para confirmar que estamos alucinando.
Laboró en la revista Rumbo, La Nación y Al Día, del cual fue director cinco años. Regresó a La Nación en el 2002 para ocupar la jefatura de redacción. En el 2014 asumió la Edición General de GN Medios y la Dirección de La Nación. Abogado de la Universidad de Costa Rica y Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, en Nueva York.
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