La compra del diario de la quincena comienza a convertirse en una tarea desafiante para una cantidad considerable de familias debido al silencioso, pero continuo, incremento de precios.
Los consumidores vienen notando que el monto que antes destinaban a las compras ya no les alcanza y tienen que sacar un poquito más de la billetera o eliminar algo de la lista para no pasarse del presupuesto.
Basta con comparar entre una quincena y otra las etiquetas de las carnes, de los paquetes de frutas y hortalizas, de las bolsas de granos y de los envoltorios de los productos para detectar diferencias de precios, unas sutiles y otras más marcadas.
Lo que la gente percibe desde hace rato ya se refleja en los indicadores oficiales. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la inflación alcanzó en noviembre el 3,35 % con respecto al mismo mes del año 2020.
Se trata de la variación interanual más alta que se registra desde febrero del 2015 (un 3,5 %) originada, principalmente, por alzas en alimentos, bebidas y transporte. El INEC detalló que los bienes y servicios que más incidieron en el resultado fueron los boletos aéreos, el gas licuado y los huevos.
Las causas del fenómeno son múltiples; no obstante, el incremento en los combustibles, el aumento en el tipo de cambio y la denominada “crisis de los contenedores” sin duda desempeñan un papel estelar como disparadores de la inflación.
Las posibilidades de recuperar pronto la capacidad adquisitiva parecen remotas a causa de las limitaciones que la situación fiscal impone a las finanzas públicas y a la desigual recuperación que muestra la economía, aún abatida por los efectos de la pandemia.
Tal vez, el hecho de que la época navideña venga acompañada del pago de aguinaldos disimule un poco —al estar inmersos en el frenesí de las compras de regalos— las congojas del bolsillo.
La cuesta de enero podría recetar una dolorosa dosis de realidad a varios hogares, y se corre el riesgo de provocar un irresponsable endeudamiento o uso desmedido de las tarjetas de crédito para mantener un rango de consumo insostenible.
Los tiempos actuales imponen la mesura en el gasto y un uso prudente del financiamiento para evitar que las finanzas familiares entren en crisis, si ya no lo están.