Carlos Alvarado, como nuestro nuevo presidente, tiene el enorme reto de cumplir su promesa de un gobierno de unidad nacional. Uno donde múltiples fuerzas políticas se junten, tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo, para promover una agenda que lleve al país a avanzar.
El inicio de la unión se da con el acuerdo entre Alvarado y Piza, previo a las elecciones. La expectativa de que el grupo de economistas de Piza tendría una gran influencia en la política económica del nuevo gobierno fue de gran ayuda para que el PAC fuera percibido como un partido menos de izquierda, y así ganar muchos votos.
Pero de ahí también surge el desafío de cómo compatibilizar las ideas liberales de los economistas de Piza con los del PAC, liderados por su vicepresidenta Epsy Campbell. Si bien la agenda firmada antes de las elecciones es una base, las diferencias de criterio pueden dificultar la operación diaria del Ejecutivo.
La idea de Alvarado es ofrecer puestos en el gabinete a los partidos representados en la Asamblea Legislativa, con el fin de diseñar una agenda común que amarre ambos poderes, Ejecutivo y Legislativo. Pero eso dificultaría aún más la alianza. ¿Cómo compatibilizar, por ejemplo, las ideas del Frente Amplio con las de Piza? ¿Cómo controlará Alvarado que los partidos cumplan su parte y cómo estos controlarán que Alvarado cumpla la suya?
Ottón Solís, a esa última pregunta, responde: “Si los diputados de ese partido incumplen con los acuerdos (…) el presidente tendrá el poder de despedir a los ministros que sugirió ese partido, y no quita que el presidente no despida a un ministro originado en esos partidos, aunque los diputados no se separen del acuerdo, por razones éticas o de otro tipo”. Es decir, en nuestro sistema presidencialista, los acuerdos se mantienen hasta que el presidente quiera.
De ahí que los partidos con alta representación en la Asamblea no hayan querido aceptar puestos en el gabinete, y dejan al PAC con una cantidad de diputados muy lejana a la mayoría simple, y lo obligan a buscar acuerdos sin ligamen con el Ejecutivo. O sea, lo mismo de siempre. La puesta en marcha de un gobierno de unidad nacional es algo novedoso en nuestro país, que nos obliga a hacer las cosas diferentes. Es una tarea muy difícil, llena de retos, pero no necesariamente imposible. Vale la pena el intento, por el bien del país.
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