Las crisis pueden verse como oportunidades de cambio. De ahí que en situaciones como la actual surjan muchas ideas acerca de cómo resolver los problemas del país.
Aplicando el principio de no esperar a que la situación cambie, si seguimos haciendo lo mismo de siempre, debemos tener una mente abierta para evaluar todas las propuestas.
Lo difícil es cómo evitar caer en la trampa de tomar decisiones al calor de la crisis, que parezcan buenas a corto plazo, pero sus efectos serían devastadores en el futuro.
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Ya nos pasó durante la crisis 2008-2009. Buena parte del problema fiscal se debe a que en esa época se decretó un aumento de salarios a los empleados públicos que parecía inofensivo en el momento; sin embargo, a la postre originó un incremento desproporcionado en el gasto del Gobierno.
La ley de pesca de arrastre es otro ejemplo. Por tratar de ayudar a los pescadores artesanales, que la están pasando muy mal en este momento, de haberse aprobado, se hubiera abierto el portillo para dilapidar el suelo marino, con consecuencias nefastas para las próximas generaciones.
Para solventar el problema fiscal, han surgido varias propuestas para financiar la falta de recursos del gobierno, como permitir una mayor explotación de recursos naturales (gas y oro, entre otros), venta de algunos activos estatales o que el Banco Central imprima dinero, ya sea mediante el uso de sus reservas internacionales o comprando títulos del Gobierno.
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Todas esas posibilidades deben ser evaluadas con visión a largo plazo. De nada valdría permitir una mayor explotación minera si con ello se destruye una parte considerable de algún ecosistema. En poco ayudaría vender algún activo para bajar el monto de la deuda temporalmente, si con ello se empeora la competencia en el mercado donde operaba la empresa estatal vendida.
Si bien el Banco Central puede imprimir más dinero sin peligro de que aumente la inflación hoy, no debe quedar amarrado, sin capacidad para responder a las presiones inflacionarias o a los ataques contra el colón que surgirían tal vez en el futuro.
Pero, sobre todo, hay que evitar la trampa de crear una falsa ilusión de que los problemas quedarán resueltos gracias a los ingresos extraordinarios. Si el gobierno sigue malgastando y siendo ineficiente, no habrá dinero que alcance.
El autor es economista.