El Banco Central anunció esta semana su Programa Macroeconómico, donde nos dice que la situación económica se está complicando.
A pocas horas de que los costarricenses vayamos a las urnas a elegir a nuestro próximo presidente, podría decirse que el Central nos advierte que pensemos muy bien por quién votaremos.
Recordemos que el problema fiscal se inició durante el gobierno de Óscar Arias, quien reaccionó a la crisis económica mundial con una estrategia de poner al gobierno a gastar más. Con ello evitó que la crisis fuera más profunda, pero le dejó al país un problema de deuda creciente. El gobierno de Laura Chinchilla tampoco reversó la situación. Durante su administración, el gasto siguió creciendo más que la recaudación y la capacidad productiva del país.
Durante el gobierno de Luis Guillermo Solís, a punto de terminar, el problema tampoco se resolvió, más bien se ha complicado. El gasto ha seguido creciendo a un ritmo mayor que la producción. Transferencias públicas —sobre todo a las universidades— han pasado de representar el 7,4 % del producto interno bruto (PIB) en el 2014, a un 7,9 % en el 2017. Si bien la recaudación del impuesto sobre la renta ha aumentado, en buena parte por mejor control de la evasión, la recaudación del impuesto de ventas más bien ha caído.
Al dejar crecer el déficit, Solís le deja al próximo gobierno la herencia de una economía metida en un círculo vicioso complicado. Un déficit alto, que genera más deuda, que presiona las tasas de interés al alza, que deprime el consumo, la inversión y la producción, que disminuye la recaudación de impuestos, y que, nuevamente, aumenta el déficit.
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La proyección del Banco Central es que, si el gobierno sigue la misma ruta de los últimos diez años, el déficit llegará al 7,1 % del PIB este año y a un 7,9 % el entrante. Y se puede haber quedado corto. Si los inversionistas siguen perdiendo confianza en el país, la subida de tasas de interés podría ser mayor y los efectos sobre el crecimiento de la economía aún peores.
Por eso, a quien elijamos de presidente tendrá, como tarea urgente a partir del 8 de mayo, romper ese círculo vicioso. Desde un inicio, y con energía desde la silla presidencial, deberá controlar el gasto, mejorar la recaudación y, a la vez, generar confianza entre inversionistas, empresarios y ciudadanos, para que, con ello, la economía retome la senda del crecimiento.
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El autor es economista.