En las últimas semanas, la economía turca ha colapsado, a pesar de que, hasta hace poco, sus principales indicadores macro eran positivos. La producción experimentaba un crecimiento moderado, sin ser extraordinario. Las finanzas públicas estaban ordenadas, con un nivel de deuda pública moderado.
El impulso a la economía provenía, en buena parte, de las políticas de estímulo adoptadas por el presidente Recep Tayyip Erdogan. Una de las principales consistía en la reducción de las tasas de interés y la creación de un fondo de garantías estatales de crédito, con el fin de fomentar el endeudamiento de personas y empresas.
El banco central turco se acomodó a la política expansionista del presidente Erdogan. La inflación era mayor al 10 % anual, mientras que su moneda, la lira, se depreció cerca de un 80 % frente al dólar entre el 2014 y el 2017.
El sector privado turco tenía acceso a capital extranjero abundante y barato, gracias a los estímulos monetarios ofrecidos por los bancos centrales de Estados Unidos y de la Unión Europea en los últimos años. Por una combinación de factores, mucho del endeudamiento privado dentro del sistema financiero se hacía en moneda extranjera.
El escenario descrito pinta una economía que no se veía tan mal, pero era muy vulnerable. Los estímulos, mediante bajas tasas de interés y elevadas inflaciones, se empezaban a reflejar en un desbalance externo creciente. Eso hizo que la sostenibilidad del crecimiento y de la estabilidad de la economía dependieran, cada vez más, de un flujo constante de capital extranjero barato.
En eso, cambió todo el panorama. En el 2015, la Fed empezó a subir sus tasas de interés. El financiamiento ahora estaría menos disponible y más caro. Luego, vendría el pleito político entre Erdogan y Trump, con imposición de aranceles y sanciones a diplomáticos en ambas vías. La reacción de política económica tampoco fue la esperada por los inversionistas. Y, ante las dudas, estos perdieron confianza en la economía turca y se llevaron, en forma masiva, el dinero del país.
LEA MÁS: Costa Rica necesita la Alianza del Pacífico
La lira se devaluó un 25 % en pocas semanas. Empresas y personas endeudadas en moneda extranjera están a punto de quebrar, y con ellas el resto del sistema financiero. La inflación se dispara. La producción colapsa.
En poco tiempo, la economía turca pasó de una situación que parecía normal a un caos total. Todo por no atender a tiempo los factores que la hacían vulnerable.