Desde hace tiempo viene mostrando síntomas preocupantes: bajo crecimiento, altísimo déficit fiscal, deuda pública creciente, desempleo elevado y pobreza que no baja.
Tras de eso, viene el shock pandémico de la covid-19 y nos revuelca. Los síntomas se agravan aún más.
El pronóstico de la mayoría de los médicos es que esta enfermedad será de larga duración, y nos dicen que ya no será suficiente una aspirina, un caldo de pollo o el reposo.
La ley de fortalecimiento no alcanza para cerrar la brecha fiscal. El financiamiento externo nos ayuda a ganar tiempo, pero no resuelve los problemas estructurales.
La mejora de la competitividad productiva nacional sigue relegada a un segundo plano. Mientras la actividad económica esté restringida, no habrá suficiente empleo ni ingresos como para sacar a gente de la pobreza.
La receta ahora incluye medicinas más fuertes. El ministro de Hacienda, junto con la de Planificación y el presidente del Banco Central, dicen que buscarán un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Las metas que hay que negociar requerirán medidas drásticas para alcanzarlas.
Ahora es cuando más se necesita un liderazgo fuerte del gobierno para proponer las medidas correctas, sentarse a negociar con el Fondo, convencer a los diputados y al pueblo de la necesidad de tomarse esa amarga medicina y dedicarse a la implementación con la mayor brevedad posible.
Por eso, son incomprensibles las declaraciones recientes del ministro de la Presidencia. Van en contra de la ruta trazada por el Consejo Económico de su propio gobierno.
Promueve un aumento del gasto público, con la excusa de que ayuda a la reactivación, y saca a las universidades públicas de la regla fiscal, lo cual dificulta mucho la tarea del ministro de Hacienda para controlar el déficit.
Les resta valor al sector productivo nacional y a su contribución al pago de los salarios de los trabajadores, públicos y privados, en momentos cuando la actividad económica y la recaudación de impuestos han caído.
Desprecia a las calificadoras de riesgo, justo cuando el país más necesita generar confianza en los inversionistas para financiar una deuda creciente.
Dicen que un médico cura, dos dudan, tres matan. Si en el gobierno no se ponen de acuerdo sobre cual es la receta para salvar a la economía, terminarán de matarla.
El autor es economista.