Además del grave problema del desempleo —276.000 personas que están buscando y no encuentran—, hay otras 490.000 que, aun teniendo trabajo, su ingreso es menor al salario mínimo establecido por ley.
Si bien existe un grupo de empresarios incumplidores, únicamente el 6 % de los trabajadores del sector formal reciben menos del mínimo. Pero de aquellos que ganan menos del mínimo, el 84 % está en la informalidad. Eso significa que más de la mitad de los informales devengan un ingreso que no alcanza para cubrir las necesidades básicas.
La informalidad, que abarca más de una tercera parte de la fuerza laboral, termina siendo un problema casi tan grave como el desempleo. Ser informal es estar al margen, tanto en términos económicos como sociales.
Para el gobierno y para la Caja, además, significa dejar de percibir una gran cantidad de ingresos. Por ello, su lucha para formalizarlos es permanente.
Ser formal es caro y engorroso en este país. Hay que cumplir muchísimos requisitos y, para ello, se debe hacer un largo paseo por múltiples oficinas gubernamentales. Para quienes logran flanquear las barreras burocráticas, el costo de convertirse en formal es muy alto, no solo por la altas cargas sociales y de impuestos, sino también por la infinidad de regulaciones que debe enfrentar.
De ahí que, si se quiere reducir la informalidad, y con ello mejorar las condiciones de los trabajadores, el énfasis no debe estar en la persecución del informal. Los esfuerzos deberían orientarse hacia la mejora de las condiciones para el surgimiento de más emprendimientos. Eso se logra mediante menos trámites burocráticos, regulaciones más racionales y baja carga impositiva.
El gobierno está haciendo un esfuerzo, aunque lento para mi gusto, en reducir la tramitomanía y en racionalizar regulaciones. En lo que es la carga impositiva, el énfasis ha sido, más bien, en aumentar tasas, en contraste con la tendencia mundial. Y, encima, el pago de los impuestos, en lugar de simplificarlo, lo han complicado. El nuevo impuesto sobre el valor agregado (IVA) y la facturación electrónica son tan enredados que el costo de cumplir, para quienes quieren ser formales, ahora es mayor.
Así, será difícil reducir la informalidad o que las condiciones de empleo y de salarios de los trabajadores mejoren significativamente.
El autor es economista.