EscucharNo dejar a los banqueros privados solos, haciendo clavos de oro a costa del pueblo y dejando sin acceso a servicios financieros a una gran parte de la población, son los principales argumentos que se escuchan para justificar tener bancos estatales.
Una banca privada sin competencia, se dice, ganaría mucho dinero cobrando altas tasas de interés sobre préstamos y pagando bajas tasas sobre los ahorros. Sin embargo, la realidad de nuestro sistema financiero es que el grado de competencia no es tan perfecto, y de ahí que el margen de intermediación sea elevado.
Por eso, ahora el gobierno quiere agregar unas modificaciones al proyecto de seguro de depósitos que se discute en la Asamblea, para posibilitar una mayor flexibilidad a los bancos estatales para contratar y adquirir deudas y, con ello, reducir sus costos.
Eso está bien. Pero, para mejorar aún más el nivel de competencia, se debería permitir, además, que los privados puedan ofrecer sus servicios financieros a las instituciones estatales, las cuales están obligadas a adquirirlos a los bancos públicos.
Por otra parte, hay que reconocer el alto grado de acceso a servicios financieros que ha logrado nuestro país. En buena parte se debe a la presencia de bancos estatales por todo el territorio. Pero también en mucho ha ayudado la presión ejercida por los bancos privados, a través de la competencia por clientes.
Ahora bien, debe estar claro que los servicios financieros tienen un costo. No se puede forzar, ni a la banca pública ni a la privada, a perder dinero. La banca debe cobrar por esos servicios un precio razonable. En el caso del crédito, significa cobrar una tasa de interés acorde con el riesgo de cada deudor.
La pretensión de los diputados de imponer límites a las tasas de “usura” lo que hará es expulsar muchos clientes fuera del mercado formal —los más riesgosos—. Y como a los informales nadie los regula, los expulsados terminarán pagando tasas de 100 %, o más, en lugar de las tasas de “usura” del 50 % y pico que hoy cobran algunos bancos formales.
La educación financiera y la competencia son las mejores herramientas para disminuir algunos de los abusos que se dan en el sistema financiero. Cuanto más la gente aprenda a hacerse responsable de sus propios actos y tenga mejores opciones de dónde escoger, menos posibilidad tendrá de caer en manos de garroteras, formales o informales.
El autor es economista.
