En esta época del año, usualmente aprovechamos para hacer una pausa del ajetreo diario. Es tiempo para departir con familia, amigos y colegas. Es el momento del año cuando habitualmente tomamos un rato para reflexionar, para hacer un conteo de lo bueno que tenemos, de las múltiples bendiciones que Dios nos ha dado.
Hasta a quienes nos dedicamos gran parte del año a criticar y buscar lo malo que está pasando, nos cae bien hacer esa pausa para meditar y apreciar las cosas buenas que tenemos.
Es en momentos como estos que uno se da cuenta de lo mucho que tiene. Salud, trabajo, familia, amigos. Comida en la mesa y un techo para cubrirse y dormir tranquilo. Y todavía un poco más para darse algún gustillo de vez en cuando.
Pero, dentro de esa reflexión, también es bueno volver la mirada hacia aquellos que son menos afortunados que nosotros. Pensar, especialmente en quienes no tienen suficiente comida en la mesa, quienes no tienen techo para cubrirse de las inclemencias del tiempo, quienes no tienen cama donde dormir, quienes no tienen recursos para atender adecuadamente sus problemas de salud.
La escena del portal de Belén que adorna muchas casas para Navidad precisamente nos recuerda cómo, al momento del nacimiento de nuestro Señor Jesús, sus padres no encontraban quién les diera posada. Hasta que apareció alguien bondadoso, de buen corazón, que les prestó un campito en un establo. Les dio algo tan básico como un techo para guarecerse, un pesebre para poner al niño y unos animales para darle calor. Eso es todo lo que se necesitaba para que se diera el gran milagro del nacimiento del Hijo de Dios.
El reconocimiento de lo mucho bueno que se tiene, de las muchas bendiciones recibidas en el año, debería llevarnos a ejercer la bondad. Igual que aquel desconocido que le dio posada a los padres de Jesús, debemos aprender a compartir con los necesitados. Puede ser un techo, un abrigo, algo de comer o trabajo. O puede ser algo tan sencillo como prestarle un poco de atención o darle un consejo a alguien en una mala situación.
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Es cuestión de aprender de los muchos ejemplos de bondad en la vida de Jesús. Curó enfermos, dio de comer a mucha gente, tuvo palabras de cariño para los “pecadores”, departió con los niños y hasta sacrificó su vida por nosotros. Se trata de hacer lo que Él nos pide: amar al prójimo. ¡Feliz Navidad!
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