
Un reporte independiente sobre el sector de la vivienda fue publicado en estos días con el título «Balance y tendencias del sector vivienda 2020. Indicadores de gestión en tiempos de pandemia».
«Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide no se puede mejorar. Lo que no se mejora se degrada siempre». Esta frase del físico William Kelvin, planteada a finales del siglo XIX, ha orientado muchos de los esfuerzos de evaluación de diversos fenómenos e inspira otro por definir, medir y mejorar políticas públicas y acciones privadas. Entre tantos otros, inspiró la preparación de una primera edición del balance del sector de la vivienda.
Apoyé este trabajo desde el Programa Estado de la Nación y escribí algunas partes del documento. Permítanme presentar y comentar algunos extremos (las partes que escribí las transcribo en este artículo sin citar), dar mis opiniones estrictamente personales y recomendar la lectura de este documento.
El contexto
La pandemia originada por la covid-19 causa estragos en el mundo, también genera profundas incertidumbres, respuestas novedosas y arriesgadas, no sin fiascos y vacilaciones; el tanteo y error para la formulación de política contra la pandemia se convierte en fórmula, complementada con el aprendizaje y la colaboración científica internacionales.
Los impactos económicos y sociales han sido múltiples, desiguales y acordes con las condiciones y decisiones de los países para afrontar los desafíos previos y los nuevos que el coronavirus trajo al mundo y a cada país.
No fue necesario que los casos se dispararan para sentir sus efectos económicos y sociales. Bastó con la extraordinaria incertidumbre creada por los primeros casos internacionales, su virulencia y la indeterminación sobre sus características, al ser declarada pandemia por los organismos de salud internacionales. En efecto, la caída del crecimiento económico en Costa Rica fue inmediata y muy profunda sobre una base de crecimiento endeble.
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Hallazgos
Los principales indicadores y tendencias del país que afectan directamente al sector de la vivienda y los asentamientos humanos permiten sistematizar hallazgos significativos. Los de mayor relevancia son:
La incertidumbre no se ha eliminado del todo respecto a esta pandemia y otras posibles. No es tiempo de despreocupación y de imprevisión. Sería un error garrafal no aprender de la experiencia y no prepararse para respuestas conjuntas, flexibles y rápidas. Aunque el crecimiento económico de los países desarrollados es muy robusto, tardará en llegar a los nuestros.
Las tasas de interés internacionales declinan (y es probable que se mantengan bajas), abren oportunidades al país para mejorar las condiciones financieras de la deuda pública y, a la vez, mejorar las condiciones del financiamiento interno. La política monetaria expansiva pone a disposición del sistema financiero una mayor cantidad de recursos a precios inferiores que solo marginalmente han sido utilizados por el sector privado, aunque sí han sido usados indirectamente por el Gobierno Central.
Pero la contracción de la actividad económica de los sectores que producen para el mercado interno y crean la mayor parte del empleo tiene un conjunto de efectos sociales muy profundos que afectan negativamente la ocupación, el propio empleo —especialmente el informal y de las mujeres y jóvenes—, el ingreso de los hogares, la pobreza y la desigualdad, al punto de contraer los ingresos y la demanda.
Esto trae como consecuencia muy probable que las necesidades de vivienda se canalicen hacia bonos para soluciones completas (sin crédito) y que otros sectores tengan que esperar a reponer sus empleos e ingresos para demandar soluciones mayores.
La morosidad en el futuro podría incrementarse y, ya sin disponer de mecanismos para paliar impagos, el incumplimiento del servicio de la deuda podría expresarse plenamente en mayor cantidad de casos.
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En este marco, la mejora de la disponibilidad de crédito y de las condiciones de financiamiento tiene un aprovechamiento relativamente débil, no encuentran una demanda. Se crean ventajas, pero con dificultades para ser utilizadas por personas de ingresos medio y bajo. Los recursos del bono no producen incentivos para acompañarse de crédito y, en ese sentido, impacta poco en un sistema financiero ya de por sí debilitado.
Por su parte, el desempeño público, a raíz de una merma de los ingresos y un elevado endeudamiento, enfrenta y enfrentará limitaciones y restricciones crecientes. A pesar del incremento reciente en la recaudación de impuestos y el control del gasto, es posible que la asignación de recursos a las políticas sociales y al bono familiar de vivienda no reciban incrementos y la tendencia sería hacia la disminución, como en el 2019 y el 2020. En muchas ocasiones, en nombre de alguna distorsión casuística o en razón de la innovación, se introducen recortes grandes a políticas públicas.
Adicionalmente, la aplicación de la regla fiscal, bajo las condiciones de endeudamiento actuales, proyecta en el futuro el gasto deprimido del 2020.
Año terrible
Ha sido un año especialmente nublado y plagado de incertidumbres y, por tanto, el contexto apunta a condiciones para la vivienda negativas, no sin contrapuntos.
En un próximo artículo me referiré a la evolución de la vivienda, el subsidio y el crédito. En un texto final, escribiré con respecto a cómo los indicadores muestran las condiciones de vida de la población durante la pandemia.
miguel.gutierrez.saxe@gmail.com
El autor es economista.