Somos el resultado de nuestras relaciones. Con intención o no, las relaciones nos hacen. Pero cómo diseñamos y construimos el plano de nuestras relaciones es, sin duda, un asunto que va desde la maestría a la completa ignorancia.
Desde el hormiguero tejido hormiga con hormiga, el radar de las hojas cayendo, la conformación de los pétalos alrededor de una corola en la flor, la vida se construye gracias a sus relaciones.
En los humanos, el barrio, la familia, los amigos y, finalmente, el territorio que habitamos, es resultado de estas relaciones. Hablamos de las relaciones entre las personas, las cosas y los símbolos que construimos entre estos caminos.
Nos relacionamos por afinidad, por necesidad, por abulia, por enemistad, por jerarquía, por herencia, por inopia. Muchos son los modos de relacionarse que habitan silenciosamente el mundo y lo conforman.
Modelarse como grupo, como comunidad, es sinónimo de supervivencia. Se empuja y se influye en un ejercicio de bien común que gana a la voluntad de poder, aunque con ellos no se eviten las víctimas.
Mismo procedimiento. Lo oportuno en esta reflexión es saber que el procedimiento sigue siendo el mismo. Nos relacionamos al escoger, en la calle, al reaccionar, ante los demás, como práctica de costumbres y tradiciones.
Nos relacionamos entre la diversidad no entre los clones de una red virtual que nos va cerrando ante el espejo de un grupo que piensa igual. Nos relacionamos cuando nos sorprendemos, cuando asumimos una posición, cuando nos comprometemos por estar en el lugar de los hechos y las pasiones y no en la ventana de las ilusiones pasajeras de la propaganda y la publicidad.
Nos relacionamos cuando optamos por un camino, cuando ponemos límites, cuando creemos en el tejido social que hemos elaborado no cuando contamos likes. Los likes no lijan madera ni recogen cosechas. Nos relacionamos cuando nos emocionamos ante la presencia de otros y aportamos o disentimos.
No como resultado únicamente de estar cerca, sino como resultado cognitivo de las relaciones que hemos experimentado en y con el mundo, en tanto que este nos hace seres sociales dispuestos a emprender nuevos modelos. Modelos políticos, familiares, comerciales, ideológicos.
Relaciones en la política. Sin relaciones no hay identidad. Por eso, somos el resultado de nuestras relaciones. Identidad social y personal. Los centros de gestión de lo público también son un resultado de lo anterior. ¿Cómo se relaciona la política con estos centros? ¿Qué relaciones tiene la cultura con la agricultura o la tecnología, las gerencias con las TIC, las artes con la política exterior y el comercio, etc.? ¿Han explorado estas relaciones los planes de gobierno? No.
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El concepto de política que se brinda en Costa Rica en este momento de enero del 2018, aún es un concepto piramidal secado al sol de la dinastía de los conquistadores. Mencionar las relaciones que alientan o detienen, es crecer como diseñadores políticos.
Las alas del colibrí desarrollan gracias a su coordinación, sinergia y concurrencia gran capacidad de desplazamiento, lo cual les asegura una sobrevivencia mayor. No hacer visibles estas relaciones entre la concurrencia, la coordinación y la sinergia dentro de los grupos humanos que administran un país, es una derrota.
Una derrota para la identidad de Costa Rica, una derrota para la juventud, una derrota para la vulnerabilidad ante la corrupción, una derrota ante el futuro. No solo se trata de un nombre en las papeletas, se trata de un equipo y sus relaciones. Las visibles y las invisibles. Basta la experiencia para saberlo.
La política es una flor, no un pétalo.
La autora es escritora.