Menos publicitada que la primera, la segunda (y última) visita del presidente Obama a Latinoamérica revistió trascendental importancia. Argentina se vistió de gala y su presidente, Mauricio Macri, fue elevado a la categoría de estadista por sus logros en los primeros 100 días. Pero el show se lo robó Obama.
Es un maestro en el sutil arte de la seducción política. En la recepción oficial bailó tango con espigada elegancia, junto a una bailadora profesional (el tango, dice Julio Iglesias, es un movimiento sensual que en la pista se hace en vertical pero en la mente es horizontal), y sus frases en español, pronunciadas con clara dicción, electrizaron a estudiantes y empresarios jóvenes en otra reunión: “Probé mate por primera vez y me gustó (el mate es conocido por sus efectos estimulantes) y mi mente se estimuló después de hacerlo” (y tras el último tango, agregaría yo).
Su mensaje de fondo también fue certero: “Nos ha impresionado el trabajo del presidente Macri en los primeros cien días”, dijo. Y Macri, igualmente listo, aprovechó el pase para responder: “Su visita es interpretada como un gesto de amistad frente al nuevo cambio en Argentina”. Ese es, en esencia, el significado de la visita: marca un cambio de 90 grados en las relaciones bilaterales con EE. UU. (malogradas tras 12 largos años de los Kirchner) y eleva a Argentina como interlocutora de la región, ahora que Brasil se vino a menos.
Macri la pegó en sus primeros 100 días. Sentó las bases para controlar la inflación y reducir el paro, dos graves problemas heredados, uniformó el mercado cambiario (coexistían cinco tipos diferentes), dio a la moneda su valor real (devaluó un 50%) y ajustó precios y tarifas rezagados por el clientelismo político. El IPC, obviamente, saltó de inmediato, y los populistas, que nunca entendieron la macroeconomía, lo criticaron. Pero estuvo dispuesto a pagar ese costo inicial para restablecer el equilibrio.
Abatir el desempleo le será más difícil. Las condiciones externas son adversas, el desequilibrio fiscal es serio (tuvo que quitar puestos y bajar impuestos para impulsar la producción) y restablecer la confianza tras tantos desaciertos acumulados. Sabe muy bien que lo más eficaz para invertir es restablecer la estabilidad, pero que también debe hacer reformas estructurales. Y como no logró mayoría legislativa, tendrá que apelar a su habilidad para convencer a la oposición sobre la bondad de sus reformas económicas. Es en ese contexto, que firme el espaldarazo de Obama le cae como anillo al dedo.
Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho Económico en la Universidad de Costa Rica