La verdad, particularmente cuando es dolorosa, debe decirse de frente, sin tapujos, sin paliativos: Nicaragua ha caído nuevamente en las garras de la dictadura, del autoritarismo, de la supresión de las libertades, de la violencia.
Esto, por supuesto, nos duele a todos los demócratas del planeta, pero, sin duda alguna, le duele aún más a la mayoría del pueblo nicaragüense que es demócrata y se ve aplastada hoy por la fuerza de la tiranía.
Con una angustiante frecuencia me pregunto qué acciones eficaces podríamos tomar en la Asamblea Legislativa, como Estado o como nación, para prestarles una mano a los nicaragüenses que luchan por la libertad y la democracia en su país.
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¿Será acaso con proclamas institucionales que lograremos algo? ¿Podrán los gestos simbólicos derribar aunque sea una sola piedra del muro de la dictadura? ¿Qué tanto debe y puede presionar Costa Rica a las naciones democráticas del mundo para que vuelquen sus ojos y presten atención a lo que sucede en Nicaragua y se tomen acciones que socaven las bases del régimen opresor? ¿Cómo podemos ayudar a Nicaragua a librarse de la dictadura por la vía pacífica?
No tengo respuestas a esas preguntas, pero sí la certeza de que debemos, cuando menos, alzar la voz por aquellos que han sido silenciados, puestos injustamente en una prisión por un gobierno déspota y por todas aquellas otras personas que han debido buscar refugio fuera de su tierra.
Como si se tratará de la piedra de Sísifo, Nicaragua ha vuelto a caer en la dictadura. Pero, a diferencia del eterno castigo de la mitología griega, con su fortaleza y espíritu aguerrido, el pueblo nicaragüense logrará retomar la empinada cuesta y llegará el momento en que alcance la cima de la democracia, el progreso y la prosperidad.
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Envío mi abrazo solidario a todas las víctimas de un exilio forzoso o que sufren por tener una persona cercana en prisión. Por supuesto, extiendo este abrazo a quienes no gozan de libertad, confiando en que pronto la recuperen.
Asimismo, manifiesto mi inquebrantable apoyo al pueblo nicaragüense con el anhelo de que el diálogo triunfe sobre la opresión, y la paz sobre la tiranía.
Tengan plena certeza de que este país y nuestro parlamento serán siempre un refugio seguro para quienes luchan por la democracia.
La autora es presidenta de la Asamblea Legislativa.