No termino de dilucidar si es peor la polarización o la dispersión. Venimos de un extremo y hemos llegado al otro. Nos polarizamos en el segundo mandato Arias y trasladamos ese cisma al referendo del TLC.
En ambos casos, uno de los polos estaba liderado por una nueva corriente política, la del PAC. En el otro polo, quedaba tambaleando el PLUSC, con expresidentes huéspedes pasajeros de La Reforma, en sendos procesos judiciales.
Por eso, estuvo a punto de quedar un castro-chavista que en estos días nos regaló la prueba misma de su fidelidad extraviada al negarse a condenar la reciente represión cubana.
Muertos del susto ante tal disyuntiva, se escogió al PAC como opción menos mala. No nos equivocamos. Era mala. Pero nos salvamos de lo pior. Y como para quien no quiere caldo dos tazas, volvimos, ya sin fe, a lo mismo, como opción defensiva. Otra vez ganó lo menos malo. Ahí, se terminó la polarización.
Dos gobiernos tan inútiles eliminaron uno de los extremos entre lo «nuevo» y lo «viejo». Ahora solo hay viejo. Lo nuevo fue un espejismo en el desierto. La corrupción siguió tan campante. De polarizados pasamos a dispersos. Las opciones electorales se convirtieron en noche de meteoritos sin brillo y sin carisma.
¡Eso es grave, muy grave! De verdad que el edificio nacional se desmorona como los 880 centros educativos, desde el 2016 con órdenes de cierre sanitario.
Hemos construido un armatoste desastroso de establecimientos falseados, y no existe fuerza política para decir ¡basta! Se alimenta, más bien, la carroña y se inventan pretextos para perpetuar Recope o el CNP, caro intermediario ineficiente, instrumento de prebendas turbias.
Esos son apenas el botón noticioso de una semana. Duele la impotencia suplicante del Estado para que el ICE devuelva frecuencias que nos pertenecen a todos. Y, así, siguen los pasos de este viacrucis interminable.
Ya no estamos polarizados, sino empachados. Hasta los dedos se me entumecen cuando escribo lo que ya no es denuncia sino estado de situación.
La democracia nos da una nueva oportunidad de enmienda, pero ¿de dónde, con quién y cómo? La esfinge calla. Pareciera que nuestra historia nos dejará, todavía un tiempo, saborear la amargura de nuestras impotencias. Eso sí, en paz y civilidad. Es mucho y debemos estar agradecidos. Pero ¿hasta cuándo?
La autora es catedrática de la UNED.