Beirut, París, Bamako. Tres tragedias recientes. El afán de unos pocos por imponer sus principios e ideas los lleva a coartar la libertad de otras personas de manera violenta.
Al no respetar la libertad de creencia y de expresión de los demás, unos pocos se dedican a matar y a secuestrar inocentes, por el simple hecho de que piensan distinto.
Pero no se puede generalizar. No todos los ciudadanos del Medio Oriente, ni todos los musulmanes piensan o actúan igual. Ni tampoco esas acciones en contra de la libertad son exclusivas de las personas de esa región o de esa religión.
Como muestra, lo sucedido esta semana a los cubanos en la frontera de nuestro país con Nicaragua. Un grupo de ciudadanos huyen de su país, porque ahí no les permiten movilizarse, expresarse o actuar libremente. El régimen castrista no permite que nadie piense diferente. Para encontrar la libertad, los cubanos tienen que pasar por una odisea, en busca de llegar a otro país donde sí pueden ejercerla.
Su afán por libertad es tan grande que están dispuestos a invertir grandes cantidades de dinero y a sacrificar sus vidas para conseguirlo. Además, de camino encuentran más obstáculos. Aparecen los coyotes, quienes se aprovechan de su condición para sacarles hasta el último centavo que tienen. Encima, surge un gobierno como el de Nicaragua, que, por cálculo político, para congraciarse con Cuba o para molestar a Costa Rica, les bloquea a los cubanos el camino hacia una mayor libertad.
Ni los mismos Estados Unidos, país que los cubanos buscan por su gran libertad, está exento de la intolerancia. Se ha escuchado a varios candidatos, durante la precampaña presidencial, abogar por mayores restricciones a la entrada de migrantes a su país. Algunos más extremos que otros, pero todos respondiendo a las peticiones de una parte de la población de Estados Unidos que quisiera impedir el ingreso de más migrantes. Olvidan que su país está conformado por una enorme mezcla de culturas, cuya gran mayoría desciende de migrantes.
Todos estos acontecimientos son resultado, en buena medida, de la falta de tolerancia de unos hacia otros. Lo irónico es que lo más probable es que la mayoría de los países reaccionen convirtiéndose en más intolerantes. En vez de dirigirnos hacia un mundo donde las fronteras sean cada día menos visibles, donde la movilidad de las personas sea más fácil, parece que vamos hacia más restricciones y menos movilidad.
Nos dirigimos, desgraciadamente, hacia un mundo con menos libertad.
Luis Mesalles obtuvo su doctorado y maestría de Economía en The Ohio State University y su bachillerato en Economía en la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es socio consultor de Ecoanálisis y gerente de La Yema Dorada. Participa en varias juntas directivas. Anteriormente, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, presidente de Academia de Centroamérica, profesor en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Stvdium Generale.