Costa Rica carece de una cuantificación de los niños que han perdido a los padres o cuidadores
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Por Darner Mora Alvarado
La crisis originada por la covid-19 dejará, entre los legados no deseados, un ejército de niños sin padres. De acuerdo con estimaciones publicadas en la revista The Lancet, por cada dos personas fallecidas por la enfermedad del coronavirus un niño queda huérfano o sin el abuelo o la abuela que lo cuidaba.
Casi 2 millones de menores de 18 años habían perdido a la madre, el padre o a los abuelos a junio del 2021. Los estudios también revelaron una calamidad: debido a la pandemia, un niño queda huérfano cada 12 segundos y la lista va en aumento. Los países más afectados son Perú, Sudáfrica, México, Brasil, Colombia, Irán, Estados Unidos, Argentina y Rusia.
En Perú, país donde se registra la mayor tasa de mortalidad por covid-19, uno de cada cien menores ha perdido a los padres o cuidadores por el virus. Niños, niñas y adolescentes afectados por la pérdida de sus progenitores reciben una pensión del Estado desde abril del 2021.
Lamentablemente, los efectos de la orfandad suelen ser retrasos en el desarrollo; un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental o violencia física, emocional y sexual; y pobreza familiar. Aunado a esto, se incrementan los suicidios, embarazos en adolescentes, enfermedades infecciosas y patologías crónicas.
La tragedia de los niños ha pasado inadvertida durante la sindemia, por ejemplo, en países como México y Costa Rica, no existe un padrón que dé a conocer cuántos han quedado huérfanos a causa de la covid-19.
Es urgente establecer estrategias para prevenir la muerte de cuidadores (padres y abuelos), lo que se logra mediante la administración de vacunas, atención continua de las enfermedades crónicas y otras medidas de mitigación.
La segunda estrategia es preparar a las familias para atender a los niños que se quedan sin cuidado parental y proteger a los niños de la pobreza y vulnerabilidad mediante programas de protección social y seguimiento de su permanencia en el sistema educativo.
El autor es microbiólogo y salubrista público, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA).
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