Dedico esta columna a mi amigo Isaías Zelkowicz, destacado violinista costarricense en Nueva York.
Poco después de concluida la Segunda Guerra Mundial, un grupo de trabajadores que hurgaban los escombros de una vivienda en Varsovia, destruida por los constantes bombardeos de las fuerzas nazis, descubrieron una maleta, de las utilizadas por familias que huían del conflicto. Los obreros se la entregaron a las autoridades, las cuales, al abrirla, encontraron una inmensa cantidad de partituras. El increíble hallazgo fue depositado en la Biblioteca Nacional, donde se mantuvo olvidado durante largos años.
Investigaciones posteriores, instadas por Ewa Wyszogrodzka, concluyeron que los manuscritos habían sido enterrados por su bisabuelo, el célebre compositor Ludomir Rozycki, antes de abandonar la ocupada capital polaca.
En una tarde reciente, Ewa limpió las lágrimas de su rostro, derramadas al escuchar al renombrado violinista internacional Janusz Wawrowski dando vida a la música de su bisabuelo en un recital vespertino en el Teatro Filarmónico de Szczecin, al noroeste de Polonia.
El intérprete, considerado el principal violinista clásico de su país y ampliamente reconocido en Europa, dedicó una década a reconstruir el concierto. Según declaró a la prensa: “Fue un esfuerzo indescriptible restaurar la energía y vivacidad de Varsovia antes de la guerra”. La obra fue escrita en 1944, en tiempos muy oscuros, “cuando la artillería de los nazis llovía sobre la ciudad”, agregó.
En dicho concierto, el violín Stradivarius del intérprete parecía por momentos impulsado a volar por los aires. Fue, según los críticos, reminiscente de Stravinsky o Brahms, con quienes Rozycki era frecuentemente comparado.
Rozycki, según historias recogidas por la familia, estudió piano y composición en el Conservatorio de Varsovia y continuó su educación en Weimar, Berlín, con el compositor operático alemán Engelbert Humperdinck, lo cual le permitió estrechar su amistad con Richard Strauss y Giacomo Puccini.
Por su parte, Wawrovski grabó el concierto en Londres, con la Royal Philharmonic Orchestra dirigida por el polonés Gregory Nowak. Se espera que esta edición vierta mayor luz sobre el compositor y quizás lo reubique en el canon clásico polonés, donde ocupaba un sitial preferente en los años 20 y 30 del siglo XX. En todo caso, el autor debió escapar de Alemania en tiempos del nazismo.
Nos preguntamos cuántas más composiciones de este y otros notables artistas de los países que pasaron del yugo nazi a la ocupación comunista rusa permanecen ajenos al inventario internacional. Este nos parece un caudal inestimable. ¿Se han efectuado estudios sobre esta fuga de haberes intelectuales, quizás apropiados indebidamente por la antigua URSS?
El autor es politólogo.