En las circunstancias actuales, de depresión económica y espiritual, una consejera de muchos años me sugirió un remedio milenario: libros, libros y más libros.
Cada quien tiene sus preferencias. Yo soy de los que creen en una especie de curación mediante lecturas de textos sobre las áreas de mi interés.
Para mí, tienen primacía las oraciones al Dios todopoderoso que cada día los judíos elevamos con fervor y sinceridad.
En segundo orden, son las fascinantes páginas de las relaciones internacionales: económicas, políticas, geográficas. Libros en estos campos son, a su vez, muy diversos, y su olor y sabor dependen en alto grado del autor.
Después de revisar cúmulos de revistas y fascículos sobre nuevas producciones, o reproducciones de obras ya publicadas, además de combinaciones de ambas, tuve la suerte de encontrar títulos de autores con plumas encomiables.
Hay un diagnóstico que difícilmente puede soslayarse: en la hora actual, Estados Unidos está ausente, como pocas veces, del panorama mundial, en momento de urgente necesidad de definir su papel en los asuntos globales.
Me recuerda la situación de principios de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos lideraba, pero se notaba intelectualmente poco preparado para esa función vital.
El enfoque adoptado, y que mantuvo en vigencia durante las siguientes cuatro décadas, se denominó containment (contención) y lo planteó el conocido diplomático George Kennan. Pero su médula, estructura y funcionamiento fue producto del intelecto de Hans J. Morgenthau, célebre científico judío que escapó de Alemania.
Morgenthau y otros hombres de ciencia, también de fe judía, se tornaron en pilares del desarrollo estratégico estadounidense.
En todo caso, Morgenthau expuso sus ideas de manera clara y amplia en su “obra maestra”, como fue llamada Política entre las naciones, la cual devino en una de las obras más influyentes del siglo XX.
Tan pronto fue publicada, las principales universidades, Harvard, Yale y Princeton, encabezaron la nómina de notables patrocinadores, y en los siguientes cinco años era asignada en 100 o más universidades.
Pero no eran solo alumnos universitarios, sino también prominentes columnistas y hombres de muy destacado perfil: George Kennan, Walter Lippmann, Reinhold Niebuhr, Raymond Aron y Arthur Schlesinger hijo.
Sin embargo, nadie se nutrió más de esa obra que Henry Kissinger, quien así lo afirmó públicamente.