Azerbaiyán es una república ubicada en el Cáucaso y se rige por un sistema presidencial sui generis, cuyo titular es Lijam Aliyev desde el 2003.
Ese es el rótulo oficial. En la realidad, el país está regido por una banda de gángsteres alimentada por las principales exportaciones, particularmente petroleras. En el 2017, se produjo el asesinato de la periodista Daphne Caruana Galizia, quien investigaba sobre los mecanismos de repartición del botín entre los principales personeros del régimen y la familia presidencial. El escándalo asustó a los carceleros. Para acallar el escándalo, hubo un reacomodo de sillas en la mesa de la rectoría y se ordenó una amplia investigación.
Después de pasar lista entre entidades representativas de la prensa y derechos humanos de la región, así como de instituciones especializadas en la enseñanza, el ejercicio y la fiscalización de las actividades de dichas entidades, se concretó la designación de un consorcio internacional de profesionales, supuestamente independientes, para verificar los fundamentos de los alegatos formulados.
El ejercicio calmó en algo los ánimos del país. No obstante, Aliyev no ha desistido de perseguir y castigar a otra periodista que reveló al público las riquezas de su familia: Jadijia Ismailova. Esta ejemplar pionera de los derechos de la prensa para investigar y denunciar situaciones delictivas en la administración fue encarcelada durante año y medio. Ismailova sacó a luz los vínculos financieros entre la familia Aliyev y la rectoría financiera de las principales entidades de telecomunicaciones, construcción de inmuebles, minería de oro, hoteles, medios de comunicación y servicios aéreos. En otras palabras, la parentela de Aliyev llevaba a cabo un saqueo de corporaciones y diversas instituciones públicas y mixtas. “Lavandería azerbaiyana” es un dictamen de una entidad internacional independiente. Su conclusión fue que se venía perpetrando un robo, mediante el lavado de activos que llegaba a los $2.900 millones.
En el 2004, escribí en este espacio una defensa de las libertades fundamentales de la prensa coartadas en esa nación. Entretanto, la periodista Ismailova continúa sufriendo las amenazas de Aliyev. ¿Qué hacer en tales circunstancias? Los países respetuosos de los derechos humanos deben alzar la voz y no cejar en la defensa del periodismo independiente, uno de los pilares de la democracia.
El autor es politólogo.