Horizontes: La arrogancia del sultán

Trump no tiene sentido del humor y por ello no tolera las “bromas” de Erdogan.

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El autócrata turco, Recep Tayyip Erdogan, desde que empezó a escalar las gradas del poder allá en el 2002, y a lo largo de su ascenso a la presidencia, ha relamido goloso sus victorias en el mundo de la política. Sin duda, el hombre fuerte in fieri se arregló cada peldaño de manera astuta y, al cabo de ese camino, está hoy donde siempre ambicionó encontrarse: sentado en el sillón presidencial. Lástima que no anticipó el peso devastador de las graves acusaciones que hoy encara y desdoran su corona.

Y así fue. Con el tiempo, empezaron a salir las verrugas de la corruptela en su retrato. Asimismo, sus jugarretas con algunos inversionistas no han realzado su honroso sitial. Su más reciente aventura, que ha recibido inusual publicidad, arrancó con Andrew Brunson, pastor evangélico norteamericano quien en sus 23 años de residir en las remotidades de Esmirna consiguió establecer una pequeña congregación. Súbitamente, días antes de las elecciones generales del 2016, fue citado a la estación de Policía y, de seguido, remitido a prisión. No fue sino en marzo del 2018 cuando le leyeron sus cargos: espionaje y apoyar a un grupo terrorista.

Entretanto, Brunson permanecía en prisión en condiciones deplorables. Su juicio fue un remedo de proceso y de nuevo lo enviaron a prisión. Así lo ratificó su abogado, quien confirmó la campaña anticristiana desatada por Erdogan.

En julio, durante una conferencia de la OTAN, Trump le planteó a Erdogan el asunto de Brunson. Erdogan respondió que soltaría a Brunson si Israel liberaba a una turca, Ebru Ozan. Trump habló con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien le explicó que Ozan era agente de Hamás. En todo caso, Israel la envió de vuelta a Turquía al día siguiente. Brunson, sin embargo, continúa preso en Turquía.

Hubo también otro episodio frustrado, el del religioso Fethullah Gülen, por el cual Trump le reclamó a Erdogan. El mismo cuento. Quizás Erdogan no pensó en los riesgos de hacerle taquitos a Trump, quien a los pocos días le dobló a Turquía los aranceles para su exportación de metales a Estados Unidos. Ese paso fue recibido como un misil en Turquía donde su moneda, la lira, se devaluó inicialmente en un 20 %. De la mano, vino una elevación general de precios.

A saber lo qué hablaría el sultán con su yerno, el ministro del Tesoro. Prestamitos de Catar, un escupitazo en la inmensidad de consecuencias por jugarle bromas a Trump, quien no tiene sentido del humor.

jaimedar@gmail.com