Estados Unidos posee el armamento más poderoso del planeta, compuesto por una Fuerza Aérea y un Ejército sin par, así como por capacidad nuclear para arrasar continentes enteros y una impresionante red global de inteligencia. Por eso, precisamente, me pregunto cómo fue posible pifiar de una manera tan risible en un simple golpe de Estado en Venezuela, la semana pasada.
El objetivo era desbancar a un dictador impopular con fama estratosférica de ser un ineducado militarcillo, aunque apuntalado por su Ejército y manipulado al extremo por los cubanos, quienes han robado petróleo y dólares a raudales de una Venezuela sojuzgada por un aparato represivo diseñado por la KGB y manejado por los habaneros.
Desde hace unos meses, circulaba el rumor de que algo grande se venía en la patria de Bolívar. Los servicios estadounidenses tenían acceso expedito al despacho del presidente, al igual que los rusos. Con las manifestaciones públicas en contra del gobierno de Maduro in crescendo, los agentes de la potencia desplegaban intensas conversaciones para convencer a Nicolás de marcharse de Venezuela. Para tal fin, le tenían un avión parqueado en Caracas para llevarlo a Cuba. Había otros atractivos, se sabe, en la oferta.
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Por su parte, los rusos, enterados de lo que Washington pretendía, rápidamente intervinieron para disuadir al mandatario de fugarse del país. Adornaron sus razones con el consejo de los dos generales que formaban parte del cuerpo ministerial, quienes pregonaban el respaldo y obediencia de la cúpula castrense para protegerlo hasta las últimas consecuencias.
Nicolás, sin embargo, sentía el deber de permanecer en Venezuela. Siempre habría tiempo de salir corriendo hacia la Isla, aunque sus regentes intentarían, sin asco, desangrarlo de todos sus bienes terrenales. Mas, para protegerse, ahí estaría su esposa, quien, no obstante ser una comunista de hueso colorado, defendería hasta la muerte sus haberes matrimoniales.
El desenlace del affaire ocurrió la semana pasada. Aunque los estadounidenses estaban convencidos del éxito de sus empeños, ahí estaban los asesores rusos, quienes, finalmente, convencieron a Maduro de quedarse. Con todo, la historia fluye con rapidez y ansiosos esperamos cada día las nuevas sobre míster Maduro.
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El autor es politólogo.