El sábado se inició un proceso electoral en Egipto, baluarte estratégico de Estados Unidos. Se trata de sellar la legitimidad de ampliar el período del presidente Abdulfatah al Sisi hasta el 2030. Según la Constitución, el exmariscal debería abandonar el poder en el 2022. Su deseo se cumpliría mediante el citado referendo que se efectuó durante tres días, o sea, hasta el lunes pasado.
Desde luego, nadie osaría poner en tela de juicio el resultado de la consulta, la cual le otorgaría a Sisi una supuesta credencial demócrata.
Así, según creen los estrategas del supergeneral, no habría motivo de críticas para las actuaciones no siempre pluralistas del ahora superpresidente. Incluida en sus omnímodas facultades está la creación e integración de un parlamento superior, con precedencia sobre el Congreso tradicional. Y, de igual manera, hay manoseos constitucionales para la administración de justicia y cualesquiera otras dependencias que se requieran para anular las decisiones que adversen la voluntad de Sisi.
Por supuesto, la jefatura máxima de las Fuerzas Armadas permanecería en manos del generalísimo.
Como podemos recordar, Sisi ascendió al máximo cargo a raíz de una acción de las Fuerzas Armadas que derrocó al presidente islamista Mohamed Morsi, en el 2013. Notemos que Sisi acuerpó los acuerdos de paz con Israel.
Esta breve ojeada histórica subraya el poder adquirido por Sisi, fortalecido mediante una expansión de los brazos militares y policiales egipcios. Tal circunstancia asegura el control presidencial de las fuerzas del orden para anular intentos o nidos de sublevación en las Fuerzas Armadas y policiales y, particularmente, en la población.
Dicha capacidad pareciera estar inspirada en los moldes del infernal nazismo hitleriano y de Stalin. Hitler materializó los hornos asesinos y Stalin fomentó los gulags mortales.
Las estructuras egipcias no llegan a esos extremos, pero sí van en dirección del control del conglomerado humano. Hay partidos y organismos nominalmente opositores, pero están impotentes ante la maquinaria aplastante del régimen. Pero hay un elemento central en la figura de Sisi: la influencia de las fiebres faraónicas que suelen adueñarse de los líderes egipcios. No creemos que Sisi sea la excepción.
jaimedar@gmail.com
El autor es politólogo.