Durante la Segunda Guerra Mundial, hubo una serie de reuniones de los gobernantes de las principales naciones enfrentadas contra el Tercer Reich. En esa citas cumbreras, el general Charles de Gaulle representó al movimiento francés que luchaba contra los nazis y, por tanto, solía sentarse a la mesa junto a los mandatarios de las grandes potencias que encabezaban la gesta occidental y rusa contra la Alemania de Hitler.
En el curso de algunas de esas juntas, el británico Winston Churchill le indicó a De Gaulle retirarse de la mesa y sentarse en un sillón cercano. A pesar del papel polémico de Francia con Vichy en esa pugna, De Gaulle esperaba el trato pleno otorgado a los mandatarios del Reino Unido, Estados Unidos y Rusia. Lamentablemente, no resultó así, y De Gaulle debió beber el agua amarga de los marginados.
Derrotado el Tercer Reich y sus mayores aliados en 1944 y 1945, el mundo enfrentó entonces el desafío de la reconstrucción tras las inmensas pérdidas causadas por el eje nazifascista que incluía a Japón e Italia.
Mucho antes se empezaron a trazar los planes que concretarían las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y tantos otros organismos dirigidos a reconstruir el mundo con bases democráticas.
Por supuesto, Rusia tomó su propio rumbo con la Europa Oriental y sus propias instituciones.
En esos años, Francia y Alemania Occidental produjeron uno de los genuinos milagros económicos gracias a las instituciones y mecanismos que plasmaron la Comunidad Europea.
Por supuesto, el Reino Unido se consideraba legitimado para participar en ese novedoso panorama comunitario. Mas el presidente de Francia, Charles de Gaulle, expresó un rotundo no.
Aquello fue un escándalo planetario, pero el mariscal no cedió en ese veto. Intervino hasta Estados Unidos, que no tenía vela en el funeral. ¿Cómo hacerle ese feo al Reino Unido? Pero no, De Gaulle no cedió ni un milímetro en su estruendoso no a los británicos.
¿No fue acaso Churchill quien le ordenó buscar asiento en el entorno alejado de la gran mesa durante la guerra? Como quien se desembarazaba de un chiquillo sucio y gritón, Churchill envió a De Gaulle a puntos distantes del salón.
La disputa finalmente se calmó. Churchill dejó la primera magistratura británica y Roosevelt falleció. Pero De Gaulle vivió para vengar la ofensa.
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El autor es politólogo.