Pero ni los hechos, ni la ideología, ni alguna presunta «lógica» represiva bastan para penetrar en sus más retorcidos pliegues. Requerimos otras fuentes. La más reveladora que he encontrado hasta ahora son las «pinturas negras» de Goya, que alberga el Museo del Prado, en Madrid; en particular, «Saturno devorando a su hijo». En este cuadro, el mitológico dios romano, de imponente figura, introduce con demencial impulso en sus ávidas fauces a un inerte y disminuido ser humano: comerse al «hijo» para saciar su apetito. Pero sabemos que no bastará. Seguirán otros, como otros también lo han precedido.
Más allá del «Saturno», las restantes 13 imágenes de la serie negra, pintada por Goya entre 1819 y 1823, nos sumergen en otras perturbadoras metáforas de la Nicaragua actual.
(Video) Sergio Ramírez: 'Nunca me impondrán el silencio'
«El perro», con apenas su cabeza fuera de la duna donde se ha hundido, proyecta una agobiante sensación de ahogo inmóvil: apenas respira. Los dos hombres que, con sus piernas paralizadas bajo la superficie del campo, parecen condenados a golpearse hasta la muerte o el hastío, convierten a «Duelo a garrotazos» en una parábola del conflicto sin tregua. El demonio representado en «El aquelarre» por un macho cabrío de perfil oscuro, al que rinde tributo una amalgama de rostros deformes, podemos entenderlo como cualquier mal ante el que los fanáticos se rinden. Y los exhaustos «Dos viejos», ataviados como frailes y con un bordón para mantenerse en pie, nos remiten a la decadencia.
Goya fue pintor de corte, pero también de realidades cotidianas y conflictos perennes. Su genio y sus temas aún nos persiguen. En la Nicaragua actual adquieren trágica, pero a la vez reveladora vigencia.
Correo: radarcostarrica@gmail.com
Twitter: @eduardoulibarr1