El jefe de Estado Juan Mora Fernández delineaba en 1828 la visión que guiaría la vida política costarricense: el Ejecutivo desea que el Estado sea feliz por la paz, fuerte por la unión y sus hijos corten cada día una espiga más y lloren una lágrima menos.
Este país no se construyó levantando barreras y exacerbando diferencias. Se construyó desde la ciudadanía, y no desde lo militar, gracias al ingenio, la voluntad, el diálogo constructivo y el trabajo incansable de hombres y mujeres distintos, comprometidos y visionarios. Ellos, nuestros ancestros, fueron capaces de tomar decisiones excepcionales.
La educación ha estado en el centro del desarrollo del país. En 1847, José María Castro Madriz creaba el Liceo de Niñas y, poco después, se establecía constitucionalmente la educación obligatoria, gratuita y costeada por el Estado.
Tempranero, visionario y consistente ha sido el compromiso nacional con los derechos humanos, con la abolición de la pena de muerte, por Tomás Guardia, o con el Pacto de San José de 1969, promulgando para todo el hemisferio la Convención Americana de Derechos Humanos.
De avanzada fue la respuesta del presidente Alfredo González Flores, hace más de un siglo, a los severos problemas fiscales del país, al crear el impuesto sobre la renta e impulsando una reforma que hacía más eficaz y progresivo el sistema tributario.
Los frutos del bienestar se generan del diálogo y el entendimiento entre diferentes fuerzas políticas y sectores sociales. Así, fue el establecimiento de la seguridad social en la década de los cuarenta del siglo pasado, gracias al Dr. Calderón Guardia, a don Manuel Mora y a monseñor Sanabria.
Rompimos moldes y dimos ejemplo al mundo con la abolición del ejército por parte de José Figueres Ferrer, en 1948, y condujimos en Centroamérica un proceso de paz que le mereció el Premio Nobel al expresidente Óscar Arias Sánchez.
La vocación de liderazgo en materia ambiental se refleja en los parques nacionales, los sistemas de áreas protegidas y el pago de servicios ambientales.
Así se construyó Costa Rica: con prioridad en la educación, énfasis en los derechos humanos y ánimo de innovar; con justicia tributaria y social, alcanzada mediante el diálogo y trabajando unidos, apostando por la paz y en procura del balance con el ambiente.
Pero ese espíritu se adormiló. ¿Qué haremos?
Trabajar unidos. Hoy invito a todas las personas de todas las provincias de este país a trabajar en unión y nos aboquemos a construir la historia grande que amerita el bicentenario de esta patria nuestra.
El gobierno del bicentenario es plural, nace de un acuerdo de gobierno nacional y se sustenta en el diálogo, la construcción de entendimientos, la buena voluntad para responder unidos a las justas aspiraciones de la ciudadanía.
Trabaja sobre lo que nos une y no sobre lo que nos separa. Tiene a la primera vicepresidenta afroamericana de Latinoamérica y el primer gabinete paritario. Es multipartidista, de visiones y orígenes plurales.
Una nieta y una sobrina de los firmantes de ese Pacto (de Ochomogo) son hoy parte de nuestro gabinete, junto con miembros de cuatro partidos nacionales y uno cantonal y un Directorio multipartidista.
Debemos actuar. Debemos actuar urgentemente al menos en siete ejes fundamentales: educación, seguridad ciudadana, salud, protección y balance con el ambiente, una mejor movilidad e infraestructura pública, generación de empleo y bienestar con enfoque territorial y recuperación de la estabilidad fiscal.
La educación debe abrir oportunidades a todas las personas. Brindar a los estudiantes una infraestructura adecuada, contenidos atractivos y de calidad que enseñen a aprender continuamente y a adaptarse, a prepararse para la vida y el futuro laboral, una oferta educativa ajustada a su entorno, acceso a la tecnología, acciones para disminuir la exclusión y educadores bien capacitados, con buenas condiciones, autonomía y motivación.
Es imperativo fortalecer la seguridad ciudadana con una visión integral, que articula la prevención del delito atendiendo a sus causas éticas y sociales, con rigor contra los delitos violentos. Será clave una acción enérgica y coordinada para combatir y replegar el crimen organizado, el narcotráfico, la legitimación de capitales y la corrupción. Debemos reducir el hacinamiento carcelario y fortalecer los procesos de reinserción social debida y técnicamente efectuados, devolviendo también la confianza ciudadana en estos procesos.
La salud preventiva, los estilos de vida saludables, la buena nutrición, el ejercicio, la salud mental y los buenos hábitos son ámbitos de acción que serán potenciados acorde con conceptos modernos.
Nuestro sistema de seguridad debe optimizar los recursos, mejorar y humanizar la atención a los asegurados, rescatar gradualmente la solidez financiera del sistema de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte, prepararnos para la transición demográfica que elevará el número de adultos mayores.
En materia ambiental, para el bicentenario, estamos llamados a resguardar los ecosistemas y proteger la biodiversidad, gravemente afectada por el cambio climático. La descarbonización es la gran tarea de nuestra generación: abolir el uso de combustibles fósiles para dar paso a energías limpias y renovables.
Tenemos una matriz eléctrica limpia y renovable, pero requerimos una acción de todos los actores sociales para acelerar de manera irreversible este proceso, impulsando el transporte y la producción eléctrica, de hidrógeno o de otras tecnologías y modernizando nuestras instituciones —como el ICE y Recope— dialogando entre actores y conformando una nueva economía con más empleos basada en la producción y el transporte limpios.
Nos hemos comprometido a avanzar de manera decidida con el tren rápido de pasajeros, con la sectorización del transporte público y con la ampliación de diversas rutas.
El desempleo en Costa Rica tiene una faceta de desigualdad, principalmente territorial, en las costas y las zonas rurales. Debemos llevar los bienes públicos como infraestructura, fibra óptica, agua (en calidad y cantidad), educación, crédito y otros a las distintas regiones para que, con el liderazgo de las comunidades y el empuje del sector privado, apalanquemos las propias ventajas competitivas de cada localidad, podamos impulsar esos empleos y bienestar que sumen a una economía que goza de los beneficios de los mercados en la globalización, así como de su mercado interno y regional.
Finalmente, debemos resolver los riesgos de un alto déficit fiscal. El tiempo está a punto de agotarse para hacer esta reforma. Eso pone en riesgo la nación de cara a sus 200 años. Nuestro gobierno se ha propuesto llevar el déficit de su situación actual, que excede un 6,2 % del PIB, a un 3 % para cuando finalice el mandato.
Lucharemos contra la evasión, el contrabando, la subfacturación, la informalidad. Recaudaremos mejor los impuestos, haremos un uso eficiente de los recursos, mantendremos una firme disciplina fiscal. Seremos rigurosos en el control del gasto público, impulsaremos la eficiencia de lo público, modernizaremos el Servicio Civil y dialogaremos para hacer efectivas las reformas al empleo público.
Pero aún es necesaria la aprobación de un proyecto de ley en materia fiscal. Pido a los representantes del legislativo analizar este proyecto y avanzar de manera oportuna, y ojalá pronta con su aprobación. De ello depende el futuro de este país y el bienestar y tranquilidad de los hogares costarricenses.
Escojamos, congruentes con nuestra historia, la ruta de trabajar duro por el bien común. Nuestras herramientas serán trabajo en equipo, seguimiento, agilidad y honestidad.
LEA MÁS: Editorial: A trabajar en serio
Como dijo José María Castro Madriz un 8 de mayo, pero de 1847: “Para que Costa Rica reciba los bienes que se promete de ella, estos no pueden ser obra de un solo hombre (...) necesito de vuestro apoyo para producirlos y de la cooperación benéfica de mis conciudadanos”.
Somos los descendientes de los costarricenses que recibieron la independencia con incertidumbre y asombro. Con igual emoción y valentía, recibiremos el bicentenario de nuestra vida independiente. Fieles a nuestra historia, seamos líderes en una visión ética del desarrollo, que adopta y aprovecha las innovaciones y las combina con el buen vivir y el convivir de toda la sociedad, sin exclusiones, con amor y paz en los hogares y en los corazones de todas las personas.
El autor es presidente de la República.