Pete Buttigieg es veterano de la marina estadounidense, donde se desempeñó como oficial de inteligencia. Es graduado de las universidades de Harvard y Oxford, donde estudió con una prestigiosa beca Rhodes. Desde el 2012, funge como alcalde de South Bend, Indiana. Es un cristiano devoto y cita a san Agustín entre sus principales inspiraciones.
Elocuente y carismático, está de tercero en las encuestas de los estados de Iowa y Nuevo Hampshire, los primeros convocados a las urnas para escoger al candidato del Partido Demócrata. Hasta ahora, prácticamente desconocido, Buttigieg saca ventaja a un nutrido grupo de aspirantes y solo está a la zaga del exvicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders, dos colosos de la política liberal.
Es demasiado temprano para hacer pronósticos, pero el alcalde de South Bend ya se anotó una hazaña al convertirse en un precandidato al cual considerar con seriedad. Además, aspira a ser el primer presidente homosexual de los Estados Unidos.
Su participación electoral y el éxito obtenido hasta el momento plantean los derechos humanos y la igualdad como uno de los ejes centrales del debate electoral. Buttigieg no es un candidato monotemático ni esgrime la defensa de los derechos de los homosexuales como motivación fundamental de su campaña, pero su mera presencia y virtudes hacen pensar en la posibilidad, tal vez inesperadamente cercana, de que el electorado vuelva a romper moldes, como lo hizo cuando eligió a Barack Obama.
Cuando eso ocurre, es difícil dejar de sentir satisfacción por el avance de la libertad, la igualdad y la fraternidad, valores tan viejos como desatendidos. No se trata de libertad para algunos, ni de igualdad entre parecidos. Tampoco fraternidad entre quienes comparten raza y convicciones. Se trata de entender, de una vez por todas, que el prójimo, o los semejantes, son los seres humanos, con toda su magnífica diversidad.
A esa conclusión lleva el pensamiento humanista, incluso en sus manifestaciones más alejadas de la religión. Pero la religión puede estar encaminada en la misma dirección, al menos si se atienden recientes manifestaciones del papa Francisco y de líderes de otras denominaciones.
Buttigieg generó titulares la semana pasada cuando increpó al vicepresidente Mike Pence por sus inclinaciones discriminatorias: “Si encuentra usted algún problema con quien soy, su problema no es conmigo. Su disputa, señor, es con mi creador”.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.