Los modernos registros de temperaturas se iniciaron en 1880 y el 2017 ocupa el segundo lugar en el ranquin de los años más calientes. El 2016 está de primero, pero su récord es discutible. Tuvo la ayuda de El Niño, un fenómeno climático entre cuyas características está el aumento de las temperaturas. Sin esa ayuda, el 2017 se le acercó muchísimo.
El ranquin también está en disputa por una diferencia metodológica entre la National Aeronautics and Space Administration (NASA) y la National Oceanic and Atmospheric Administration, ambas de Estados Unidos. La última ubica al 2017 en el tercer lugar y concede el segundo al 2015. Aunque no fue oficialmente un año de El Niño, el fenómeno que se manifestaría en el 2016 también contribuyó al aumento de las temperaturas en ese año.
No importa cómo se le mire, el dato es aterrador. Los últimos tres años han sido los más calientes de la historia. Además, 17 de los 18 años más cálidos ocurrieron a partir del 2001. La tendencia del calentamiento global es clara y se acelera. Gavin Schmidt, director del estudio de la NASA, minimizó la importancia del ranquin individual de los años en declaraciones dadas al New York Times para un artículo donde aparecen todos los datos recién citados. “Lo que estamos viendo es una cadena de años con temperaturas de más de un grado por encima de la era preindustrial, y no vamos a devolvernos”.
Esa conclusión nadie la disputa, pero hay polémica sobre las causas. De un lado está la ciencia abrumadoramente mayoritaria, que acepta la influencia de factores naturales, pero no duda en atribuir el dramático calentamiento del planeta a la emisión de gases de efecto invernadero. En la otra acera, hay un puñado de ideólogos desacreditados, con un ejército de intereses a la zaga. Prominente entre esos grupos figura, por razones obvias, la industria de los hidrocarburos.
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La rentabilidad de los combustibles fósiles a menudo vence a la razón y proporciona a la industria contaminante importantes expresiones políticas, como la actual administración de los Estados Unidos. Costa Rica no debe dejarse tentar por la ganancia inmediata, de cuantía discutible gracias a la disminución en el costo de las tecnologías limpias.
El país mantuvo una moratoria sobre la explotación petrolera durante los últimos 18 años. La decretó sin saber que 17 de ellos serían los más calientes de la historia registrada. No hay justificación para dar marcha atrás ahora que lo sabe.
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El autor es director de La Nación.