La más reciente estimación de riesgos contra la seguridad nacional publicada por el despacho del director de inteligencia de los Estados Unidos contiene, como era de esperar, advertencias sobre la creciente influencia de China, la hostilidad de Rusia, el desarrollo nuclear de Corea del Norte y las tensiones con Irán. La diferencia con ediciones anteriores está en la inclusión de capítulos sobre la salud mundial y el cambio climático.
Son riesgos tan obvios como relegados a segundo plano, especialmente durante los últimos cuatro años. Encontrarlos en uno de los productos públicos más relevantes de las agencias de inteligencia estadounidenses confirma la plena comprensión del reto y —debería ser ocioso señalarlo— la plena aceptación de la ciencia por un país cuyos aportes al desarrollo son inestimables.
Uno de los efectos más temidos de ambos fenómenos son las migraciones y, en el caso de los Estados Unidos, el reto viene de Centroamérica. «Este año veremos un aumento del potencial de oleadas migratorias de pueblos centroamericanos, maltratados por los efectos económicos de la pandemia de covid-19 y fenómenos climáticos extremos, incluidos múltiples huracanes en el 2020 y varios años de sequías y tormentas recurrentes», dice el informe.
En conjunto con los fenómenos climáticos, los efectos de la pandemia se harán sentir a lo largo de varios años y las víctimas de hambrunas aumentarán a 330 millones en todo el planeta, en comparación con los 135 millones el año anterior. Una parte apreciable de esa población también es centroamericana, como lo advirtió el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.
El hambre se cuadruplicó en los últimos dos años en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, y el 15 % de los encuestados por la organización, en enero del 2021, planeaba migrar. La temporada de huracanes del 2020, con Eta e Iota entre los más destructivos, impuso un récord devastador para la agricultura y la infraestructura. Luego, la pandemia remató a las industrias de servicios, turismo y los trabajos informales, tan numerosos en la región.
El istmo centroamericano y la migración no son los únicos retos surgidos del cambio climático y las deficiencias sanitarias. Otras crisis en el mundo obedecen a los mismos motivos. No puede ser más obvia la necesidad de cooperación internacional. Por eso, la aparición de ambas temáticas en la evaluación de riesgos abona alguna esperanza, tanto como el retorno a los acuerdos de París.
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