El error es magnífico, tanto como para destacar entre muchos episodios insólitos de la obra pública nacional. No supera a “la platina” porque es un puente más pequeño y no ha pasado del primer intento cuando la celebérrima estructura de la autopista General Cañas soportó, burlona y desafiante, una interminable sucesión de intervenciones.
También exageraríamos si lo comparamos con el intratable tramo Sifón-La Abundancia, iniciado hace 13 años para concluir un proyecto ideado en 1970 y todavía lejos de feliz término. Ni siquiera es un puente atirantado, como el que se construirá en Tapezco para sustituir el diseño descartado cuando los obreros notaron el hundimiento de sus bastiones en el terreno inestable de la nueva carretera a San Carlos.
El nuevo candidato al salón de la fama de las obras fallidas es mucho más modesto. Quizá por eso merezca la distinción. Hacer un puente peatonal no debería ser difícil y colocarlo donde se debe ni siquiera exige título de ingeniero. Las columnas de un puente de este tipo no se erigen sobre la vía porque eso impide el tránsito, y si no hay tráfico bajo el puente no hace falta construirlo.
El propósito de los puentes peatonales es armonizar el paso de vehículos y personas, no impedir uno u otro. Por eso suelen hacerse por encima de las calles, apoyados en postes a los lados, no en medio de la vía. Esa era, con toda certeza, la intención de quienes idearon la obra frente al Colegio Técnico Profesional de Pococí, pero no parecen haber transmitido sus propósitos con claridad a los constructores.
La Municipalidad llegó tarde, jadeante, para detener la obra cuyos postes ocupan, orgullosos, un carril entero. Se lava las manos porque la vía es nacional. Comunica a Pococí con Cariari y el Consejo Nacional de Vialidad (Cosevi) no estaba obligado a tramitar permisos locales. La alcaldía admite tardanza, pero ¿quién habría sospechado semejante barbaridad aunque la estuvieran ejecutando a su vista y paciencia? Seguramente el hueco en media carretera no era para erigir un poste.
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El aporte del puente al folclor nacional sería invaluable si la historia encontrara su Aquileo, su cantor. Mientras tanto, quedamos en espera de otro hecho insólito: el Cosevi promete identificar a los culpables y hacerles pagar los daños. Vale la pena estar atentos a tan extraordinaria primicia en materia de rendición de cuentas y establecimiento de responsabilidades. Quizá se haga costumbre.
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Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.