Entre líneas: Dueños de las curules

La propuesta de Eduardo Cruickshank para retirar las credenciales a quien se separe del partido que lo llevó al Congreso es idónea para profundizar en los graves males de nuestro sistema de elección de diputados.

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Al calor del fraccionamiento de Restauración Nacional en la Asamblea Legislativa, el diputado Eduardo Cruickshank plantea una reforma constitucional para retirar las credenciales a quien se separe del partido que lo llevó al Congreso. La propuesta es idónea para profundizar en los graves males de nuestro sistema de elección de diputados.

Los ciudadanos votamos por listas, no por personas. Los partidos gozan de un amplio margen para imponer legisladores y estos llegan al Congreso sin mayor compromiso con quienes los eligieron. La calidad de los aspirantes es secundaria, sobre todo, cuando no figuran a la cabeza de las listas.

La reforma propuesta por Cruickshank, sorprendentemente respaldada por 19 legisladores de siete partidos, despersonalizaría la representación parlamentaria en un grado más, convirtiendo las agrupaciones políticas en “dueñas” de las curules. Es la consagración del distanciamiento entre electores y elegidos.

El diputado será indistinto y fungible. Fuera de su agrupación, desaparece y lo reemplaza una figura aún más desconocida, la siguiente en la lista. Así, según el proponente, se protege la “propuesta país” planteada por la agrupación política y la orientación “ideológica” por la cual votó el elector. Sin embargo, el caso de Restauración es la mejor prueba de las dificultades para identificar una “propuesta país” o una ideología en los planteamientos de muchas agrupaciones representadas en el Congreso.

Para comenzar, el rostro visible de Restauración a lo largo del proceso electoral fue Fabricio Alvarado, líder del grupo de legisladores separados que, a la sazón, son la mayoría. ¿Se llevó don Fabricio la “propuesta país” e ideología respaldadas por los electores o permanecen con la minoría de la bancada original, fiel a las tiendas de Restauración, pero apenas conocida a lo largo de la campaña?

Vale recordar, además, la inexistencia de un plan definitivo de gobierno hasta cinco días antes de la segunda ronda electoral, cuando Restauración produjo la curiosa versión “2.0” de su programa e inmediatamente comenzó a enmendarla. También se hace obvia la distancia entre ese plan, las promesas de campaña y las posiciones adoptadas por los legisladores del partido, en sus dos versiones. Por ejemplo, buena parte del equipo económico que dio confianza a los votantes de Restauración hoy respalda el plan fiscal. ¿Por cuál “propuesta país” trabajaron esos dirigentes y por cuál planteamiento económico votaron sus seguidores?

agonzalez@nacion.com

Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.