La alianza de la fracción socialcristiana con los diputados de Nueva República, el grupo desprendido de Restauración Nacional para seguir a Fabricio Alvarado, no parece idónea para cuajar el perfil de la agrupación luego del derrumbe del bipartidismo del cual fue un polo indiscutible.
Liberación Nacional, el otro extremo de aquel espectro, gobernó en dos ocasiones después del derrumbe de la política bipolar y siempre ha sido un contendor electoral apreciable. En cambio, la Unidad no entra a una segunda ronda desde la elección de Abel Pacheco, cuando todavía gravitaba la tradición del partido fraguado a partir de la pléyade de agrupaciones opositoras de los 70 y el inicio de los 80.
Han pasado trece años desde la última presentación electoral distinguida y faltan tres para el surgimiento de otra oportunidad. En el ínterin, una nueva generación agrupada en la tendencia Renacer Socialcristiano tomó las riendas del partido tras la derrota sufrida en la convención del 2013 en manos de Convergencia Calderonista cuyo candidato, Rodolfo Hernández, primero escogió a su rival, Rodolfo Piza, para acompañarlo en la vicepresidencia y, luego, renunció a sus aspiraciones, dejando el camino abierto a la postulación presidencial de Piza y la toma del partido por la nueva dirigencia, representada hoy en la fracción legislativa.
Las violentas oscilaciones no son propicias para definir la personalidad política de un partido en trance de cambiar la piel. Para añadir a la confusión, la Unidad tuvo la mala fortuna de enfrentar, cuatro años más tarde, uno de los procesos electorales más extraños e impredecibles de la historia. Las elecciones del 2018 causaron fracturas en toda la sociedad costarricense y, también, en los partidos tradicionales.
Liberación se ha logrado recomponer y apuesta por presentarse como la opción serena y experimentada. Sus contradicciones afloran, pero prima la tesis de rechazar la oposición a ultranza en cuya práctica antaño fue insuperable. Los socialcristianos han hecho lo mismo sin conseguir igual grado de protagonismo.
Hace meses, decidieron hacerse notar, pero la fracción consta de nueve legisladores y en el Congreso hay pocas oportunidades de alianza. Nueva República e Integración Nacional están disponibles, pero arrastran un bagaje apto para sembrar más confusión sobre la identidad de un partido que no ha logrado las definiciones necesarias. Y eso sin contar con el pronto regreso de Piza a la actividad partidaria.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.